jueves, 2 de abril de 2020

Capítulo DXVII.- Diez Jornadas (3.2.) Peluqueros.

La vigesimosegunda aventura del Decamerón es una historieta sobre infidelidades, venganzas y engaños en un palacio de la Lombardía. Los protagonistas son un palafrenero y una reina que cuando quería cabalgar prefería cabalgar en el palafrén (Boccaccio dixit). La novela termina con un corte de pelo colectivo.
La solución del corte de pelo me devuelve a mi obsesión por los reales decretos. Me divirtió que en el primero de ellos se salvara del cierre de negocios a las peluquerías a domicilio. Aquella licencia dio lugar a toneladas de bromas a costas de los peluqueros, hasta que al final se tuvo que corregir la licencia e incluir a las peluquerías entre los negocios cerrados, junto a las bibliotecas, los sexshops, las librerías que ofrecían café, las galerías de arte, los teatros y los auditorios. Sin embargo, se salvaron las tintorerías, las ópticas y las ortopedias.
Esta mañana he tenido que repasarme, a escondidas, las patillas para eliminar las volutas canosas que me hacían parecer un decadente senador romano. Al paso que vamos tendremos que repasarnos las greñas frente al espejo. Ya he visto a alguna mamá del colegio tintándose las canas en Instagram a ritmo de Queen.
Otras profesiones tendrían que haber sido preservadas por los reales decretos, no sólo a los poetas líricos, que a los pobres los olvidamos siempre, sino a los estadísticos, que son fundamentales para saber si la curva se suaviza o no se suaviza, porque si no los datos diarios son un horror.
Y vendría bien algún lingüista, algún correctos de estilo porque hay parrafadas en los reales decretos que terminan siendo un sindiós, una loa a la escena de los hermanos Marx de la parte contratante de la primera parte.
No he hecho durante el confinamiento ninguno de los pasteles que me he estudiado, los dejo todos para el día de la liberación, pero puede que la propuesta de hoy, las peras a la San Amando, sí que me anime a hacerlas el sábado próximo. Mis hijos han pedido cocinar ellos con libertad absoluta en la cocina, dejándonos a los mayores el postre.
Para las peras a la San Amando se necesitan seis peras de tamaño mediano, 375 gramos de azúcar, medio litro de agua y una varita de vainilla. También un poco de zumo de limón para que no se oxiden las peras.
Para la crema (porque San Amando quería sus peras rellenas de crema), 60 gramos de azúcar, 40 gramos de harina, 3 yemas de huevo, un cuarto de litro de leche, 6 cerezas confitadas y vainilla (con la opción de sustituir la vainilla por corteza de limón).
Se pelan las peras, vaciando el centro de cada una. Se ponen en un bol grande con agua muy fría, se le añade un poco de zumo de limón.
Se pone un cazo de bordes altos al fuego con el medio litro de agua, el azúcar y la vainilla. Cuando empiece a hervir se incorporan la peras que se hierben a fuego suave hasta que queden tiernas, cuidando que no se deshagan. La pera es muy terrosa y se convierte rápido en compota.
Se escurren las peras y se ponen en un plato.
En una cazuela a parte se confecciona una crema pastelera con cualquier receta al uso.
Entibiada la crema, se rellenan los huecos de las peras, colocando previamente en la parte inferior una cereza confitada que sirve de tapón.
Con el agua en la que se ha cocido la pera se enciende el fuego y se deja reduciendo hasta que quede un almíbar denso, o incluso un caramelo líquido, para bañar las peras antes de servir.

Hoy Hopper nos anima a hablar con los vecinos.
Edward Hopper Painting | #1864828712

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por los comentarios, es la única manera de poder mejorar. Esta página surge por la necesidad de compartir algunas inquietudes, de ahí la importancia de tu mensaje.