domingo, 19 de abril de 2020

Capítulo DXXXIV.- Diez Jornadas (4.9) Novembreando.

Hoy el día ha amanecido frio, con una niebla que impide ven un poco más allá del jardín. Han bajado mucho las temperaturas y enseguida ha empezado a llover sin parar, una cortina permanente de agua.
He bajado a comprar el pan y el periódico. El camino que lleva de la casa al centro del pueblo estaba lleno de cuervos inquietos. Aunque estamos en la ladera de un monte, escondidos en un frondoso pinar, no es fácil ver cuervos, por lo menos no era fácil hasta hace unas semanas. Algunas mañanas he visto ardillas cruzando la carretera alegremente y por las noches los jabalíes bajan a la puerta de las casas a hurgar por las basuras.
Las calles estaban desiertas, por fin desiertas, porque en los últimos días el pueblo estaba más concurrido que un día de fiesta, la gente se ha sacudido del miedo inicial y necesitaba calle, aunque fuera haciendo cola con mascarilla y guantes.
Hoy, sin embargo, el pueblo estaba completamente vacío, nadie pasaba por la calle principal y, por primera vez en muchos días, no tuve que hacer cola en la panadería.
Son tiempos extraños y los hados de los reales decretos no sólo se empeñan en que no sepamos en qué día de la semana vivimos. No sólo nos han instalado en un cansino domingo por la tarde, sino que ahora parecen buscar que no sepamos ni siquiera en qué mes vivimos, por eso los meteorólogos anuncian que durante los próximos días volverá el frio y la lluvia. Volveremos al mes de noviembre y nos instalaremos en ese noviembre ambiguo durante una semana.
Puede que sea una señal, una especie de breve viaje en el tiempo que me permita regresar a mediados de noviembre del año pasado, como en la película About Time, una peliculilla no muy ambiciosa, pero muy entretenida que contaba la historia de una familia que podía viajar en el tiempo entrando en un armario. Sus viajes no tenían el glamour de las películas americanas, no pretendían salvar el mundo, sino hacer pequeños ajustes cotidianos en sus vidas, aún a sabiendas de que si movían una pieza de la historia, por pequeña que fuera, corrían el riesgo de trastocar aspectos fundamentales de sus amores y pasiones (en una de las escenas el hijo del protagonista cambia un detalle ínfimo y pierde al amor de su vida).
El 28 de noviembre de 2019 hice una entrada en el blog escribiendo sobre una receta de asado de tira guisado a baja temperatura con un papillote que me explicó mi carnicero (https://undiletanteenlacocina.blogspot.com/2019/11/capitulo-cdxc-cocinar-veces-es-no.html). Hace semanas que no veo a mi carnicero. Es una de las disfunciones de pasar la pandemia lejos de casa, he tenido que sustituir a mis proveedores oficiales.
Los periódicos del 28 de noviembre de 2019 eran bastante anodinos, hablaban de Vox, de los independentistas, entrevistaban a Lula, de Tamara Falcó, que acababa de ganar Masterchef. Los ingleses estaban a punto de votar nuevo gobierno, Trump apoyaba a los manifestantes de Hong Kong, por tocarle las narices a los chinos. Las bases de Podemos votaban a favor de un pacto de gobierno con el PSOE. La gente leía poco y Messi seguía metiendo goles.
Imagino, durante unos instantes, lo que sería regresar a finales de noviembre, con el frio y la niebla sobre la cabeza, pero sabiendo lo que se nos venía encima. Supongo que aunque pudiera acercarme a cualquiera de los que mande para advertirles que en pocos meses tendríamos que suspender las clases, quedarnos encerrados en casa, pasear con mascarillas, mantener lo que “eufemísticamente” se llama distanciamiento social.  Habrían pensado que estaba loco o que era un iluminado.
Es curioso porque justo por esas fechas, incluso un poco antes, a finales de octubre de 2019, la ex directora de la Organización Mundial de la Salud (Gro Harlem Brundtland) escribió un artículo que empezaba así: « Imaginemos el siguiente escenario. En cuestión de días, una epidemia de gripe letal se propaga por todo el mundo, interrumpiendo el comercio y el turismo, desatando un caos social, destrozando la economía global y poniendo en peligro decenas de millones de vidas. Un brote de enfermedad de gran escala es una perspectiva alarmante –pero completamente realista-. Para mitigar los riesgos, el mundo debe tomar medidas hoy para estar preparado.» (Quien no se crea la fecha y el contenido del artículo puede pinchar en este enlace:https://www.project-syndicate.org/commentary/preventing-next-pandemic-security-risk-by-gro-harlem-brundtland-and-elhadj-as-sy-2019-10?barrier=accesspaylog).
Boccaccio sigue con amantes imposibles y truculencias con final trágico. Esta vez un marido despechado por los amoríos de su esposa, mata al amante con sus propias manos y ordena estofar su corazón, para que se lo coma la mujer, que, al saber que se ha comido el corazón de su amado, se lanza por una ventana.
La Marquesa me lleva hoy a los melindros. Se necesitan 150 gramos de azúcar glas, 200 gramos de harina, 6 huevos hermosos, un limón y 2 hojas de papel de estraza.
La divina Marquesa recomienda batir las yemas de los huevos en una vasija de loza, con el azúcar y un poco de corteza de limón rallada. Hay que batir bien, para que quede una masa consistente y aireada. En el tramo final se añade la harina tamizada
En un perol aparte se baten las claras a punto de nieve (con una gota de limón y una pizca de sal para que aguante firme). El punto de nieve ha de quedar lo más duro posible, marcando puntas que no se aflojen.
Se mezclan la masa de las yemas azucaradas y la harina con las claras a punto de nieve. Hay que tener cuidado, remover lentamente, con una espátula, para que no pierda el aire.
Se pasa la masa a una manga pastelera de boca ancha y se van haciendo los melindros, alargados y estrechos, de la extensión de la palma de la mano, se van colocando sobre papel de estraza, un poco separado cada bizcochuelo. Se espolvorea un poco de azúcar glas y se cuecen al horno (140º) durante 8 minutos, mejor si no quedan muy tostados. Han de quedar esponjosos.

Hoy toca una acuarela de Hopper, lluvia sobre un rio.
Rain on river by Edward Hopper on artnet

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