miércoles, 29 de abril de 2020

Capítulo DXLIII.- DIez Jornadas (5.8.) El infierno de los amantes crueles.

La octava novela de la quinta jornada del Decamerón es la historia de Nastagio Degli Onesti, una de los relatos más conocido del libro de Boccaccio ya que fue inmortalizada por Sandro Botticelli en los cuatro cuadros que explicaban gráficamente la leyenda también conocida como el Infierno de los Amantes Crueles.
Le robo a la guía virtual del museo del Prado (https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/historia-de-nastagio-degli-onesti-botticelli/a97a1a4d-0e29-4a71-b00a-51164ba45110)  «El relato, contado por Filomena, cuenta la historia de Nastagio, un joven noble de Rávena rechazado por la hija de Paolo Traversari, de linaje más alto que el suyo. Nastagio, despechado, empezó a dilapidar su fortuna, de forma que sus amigos decidieron llevarlo a Chiassi, un pinar a las afueras de Rávena. El primer panel, que contiene tres escenas, muestra a Nastagio despidiéndose de sus amigos e internándose para meditar en un pinar (1), donde ve a una bella mujer atacada por mastines y perseguida por un jinete (2). Nastagio trata de ayudarla pero el caballero, Guido degli Anastagi, le disuade tras contarle su historia (3). Como Nastagio, también él amó a una joven que no le correspondía y cuyo rechazo le llevó al suicidio. Su muerte no conmovió a la joven, quien al morir fue condenada al infierno por su indiferencia. Allí se castigó a ambos con la persecución que Nastagio había presenciado, que debía repetirse cada viernes durante tantos años como meses ella le había ignorado. Cada vez que Guido alcanzaba a la joven abría su costado y arrojaba a los perros su corazón, antaño insensible tanto al amor como a la conmiseración. En el segundo panel, también con tres escenas, Nastagio huye asustado al presenciar cómo Guido extrae el corazón de la joven (1) que devoran los mastines (2) mientras al fondo se reinicia la persecución (3). Tras la repulsa inicial, Nastagio pensó sacar provecho de la historia e invitó a cenar a su amada con sus familiares. El tercer panel (con dos episodios) muestra la reacción ante los acontecimientos de los invitados, distribuidos por ­sexos en dos mesas (1), y cómo la amada de Nastagio le hace saber, mediante una anciana criada, que accede a sus demandas, a la derecha del espectador (2). Nastagio quedó muy contento, pero alegando que su placer no debía poner en peligro el buen nombre de ella, le pide que se casen. La cuarta tabla representa el banquete nupcial, no descrito por Boccaccio, quien acababa su relato afirmando que las mujeres de Rávena quedaron tan amedrentadas con lo sucedido, que en adelante fueron más complacientes con los placeres de los hombres».
Es curioso que en el siglo XIII se hiciera ya una primera prueba sobre el “día de la marmota”, la escena que se repite constantemente como penitencia hasta expiar los pecados. Una sensación que vivimos ahora.
No sé si son los tiempos, pero muchos días siento que es ese día de la marmota. Como muestra la página web de La Vanguardia en la que consulto diariamente los datos de evolución del Covid-19 (https://www.lavanguardia.com/vida/20200323/4850693664/numeros-contagiados-muertos-coronavirus-spana-mundo.html). Todas las mañanas cuando abro la página me da un sobresalto el corazón porque desde hace muchos días arranca con la misma frase: «España entra en la segunda semana de confinamiento entre cifras que hacen al país como uno de los más afectados por la pandemia del coronavirus en el mundo.» Actualizan los datos, pero no el encabezamiento de la noticia, por lo que pienso que todavía es 30 de marzo, cuando estábamos escalando.
La historia de hoy de Boccaccio merece una receta clásica, el Plum-cake.
         Se necesitan 250 gramos de harina, la misma cantidad en peso de mantequilla, la misma cantidad de azúcar moreno (incluso un poco menos), 125 gramos de pasas de corinto y otros 125 gramos de pasas sultanas, 125 gramos de fruta confitada (piel de naranja y limón es suficiente). 4 huevos, 2 cucharaditas de levadura en polvo royal, un par de copitas de ron, Más mantequilla para untar el molde de plum-cake y papel de cocina satinado.
Hay que poner las pasas (sin pepitas ni rabillos) y la fruta confitada en remojo con el licor. Dejar que maceren unas horas.
Se engrasa el molde del bizcocho y se cubre de papel satinado.
En un lebrillo se pone la mantequilla en pomada, se bate con una cuchara hasta que empiece a espumar. Se añade el azúcar y vuelve a batirse un rato hasta que empiece a espumar de nuevo.
Se van incorporando uno por uno los huevos, batiendo con unas varillas, para que coja más aire la masa.
Después se pone tamizada previamente la harina, mezclada con la levadura en polvo.
Es el momento de escurrir las pasas y la fruta cortada en trocitos pequeños. Se añade a la masa y se distribuye, intentando que no queden en el fondo.
Se vierte el preparado en el molde, se encaja bien la masa dando un golpe y se coloca en la parte baja del horno, a 150º. Se cuecen lentamente, más de 40 minutos. Mejor que suba poco a poco, que se tueste bien (cuidando que no se queme la parte superior). Se sabe si está hecho si al pinchar con la punta de un cuchillo queda limpia la hoja.
Cuando esté bien cocida (cada horno es un misterio). Se deja reposar en una rejilla y directa a la mesa, para el desayuno o la merienda.

Hopper se descuelga con un lánguido apunte de un desnudo femenino. Nada que envidiar en sensualidad a Botticelli.
Reclining Nude, 1924 - Edward Hopperjosephluzzi.files.wordpress.com/2013/08/500px-n...

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