jueves, 21 de abril de 2016

CCCLXXXII.- El Marinero que Perdió la Gracia del Mar.


EL MARINERO QUE PERDIÓ LA GRACIA DEL MAR.

El martes preparé unas piezas de rape a la plancha, algo debí hacer mal porque quedaron muy saladas. El domingo había preparado unos huevos al plato con un sofrito de verdura y jamón, las yemas se cuajaron demasiado.

Son incidencias sin importancia, pero enseguida me acordé de Vatel, el cocinero del Príncipe de Condè, que se suicidó en 1671 porque no llegaban los pescados que había encargado para un banquete que debía preparar en honor del Rey Luís XIV de Francia.

No creo que mis despistes sean para tanto.

Después revisé una novelilla de Yukio Mishima, titulada El Marinero que Perdió la Gracia del Mar, allí se cuentan las desventuras de un marinero que abandona el mar por amor. Jugué con el título y pensé escribir una entrada titulada el Cocinero que Perdió la Gracia de los Fogones.

Ayer a mediodía, después de un largo paseo, aprovechando un día de sol. Puse en el thermomix una cebolla partida en cuatro trozos, dos zanahorias peladas. Velocidad 3, 15 minutos. Un poco de aceite de oliva, temperatura 100 grados.

Mientras se rehogaba la verdura – sin sal, ni otros condimentos – puse a hervir dos huevos.

Tenía en la alacena un bote de pimientos del piquillo enteros, 8 pimientos.

Cuando el rehogado llevaba 7 minutos saqué de la nevera los restos de rape, el que me había salido muy salado. Lo desmigué con cuidado y lo fui incorporando al sofrito. Tenía también sobras de un rodaballo que había hecho al horno el fin de semana. Apenas media ración.

Los restos del pescado fueron suficientes para terminar de organizar el sofrito, le puse un poco más de velocidad para que quedará una masa consistente.

Terminó todo de rehogar y lo puse en un bol. Corté dos rodajas finas de hinojo fresco, lo piqué muy fino y lo mezclé con la farsa de la cebolla, la zanahoria y el pescado.

Los huevos terminaron de hervirse, los pelé con cuidado, los piqué también muy finos y los incorporé a la masa, que tenía un color cercano al naranja, supongo que por el efecto de la zanahoria y las yemas de huevo.

Puse el agüilla del bote de pimientos para que la masa quedara un poco más cremosa y tuviera también el regusto a pimientos.
Seguía sin poner sal, pimienta u otro condimento.
Rellené generosamente los pimientos y los puse unos minutos a gratinar en el horno.
Feo es decirlo, pero el relleno quedó extraordinario, y los trocitos de hinojo le daban un suave toque anisado que contrastaba con la intensidad del pimiento. Ni qué decir tiene que no quedaba rastro de sal en el pescado
Gracias a los pimientos recuperé crédito en mi casa, no sé si recuperé también “la gracia del mar”.
Acompañé el plato con un bodegón de Matisse, sobre la mesa a la derecha se distingue un pimiento.