sábado, 31 de diciembre de 2016

CDVIII.- 2016, el año en el que casi todo salió del revés.


Se acerca la media noche, a punto de acabar el año. Es inevitable hacer balance del año, incluso hacer buenos propósitos para el año que viene. Leía en el periódico que el 2016 ha sido un mal año, una revista resumía estos 366 días (fue bisiesto) asegurando que el 2016 fue el año en el que todo salió al revés. El personaje del año Donald Trump, da cierto reparo.

Los ingleses decidieron abandonar el proyecto europeo y ahora andan atascados en un papeleo absurdo que no se sabe muy bien donde va a terminar, parece la historia de una pareja que no terminara nunca de separarse.

Aquí, en Cataluña, mejor no hablar, la situación es plúmbea y cuando pasan dos o tres días en los que parece que vaya a salir el sol, a pasar página y buscar nuevos espacios de entendimiento volvemos a las viejas discusiones que han partido en dos la sociedad y que llevan a callejones sin salida.

La ultraderecha saca pecho en media Europa, se incrementan las barreras, las cárceles y las fronteras.

A la gente de a pie le cuesta mucho rearmarse y encontrar espacios sensatos, termina refugiándose en exilios interiores mientras contempla como la vida avanza a palos.

Me quedo con lo bueno de este año, con la generosidad de los nuevos y de los viejos amigos, con los espacios de entendimiento, con la búsqueda de todo lo que nos une, lo que nos hace mejores.

Hoy he terminado de preparar el roscón de reyes, lo congelo para comerlo el 6 por la mañana, la receta sigue funcionando muy bien - http://undiletanteenlacocina.blogspot.com.es/2013/12/capccxcviii-indolencia-rosconiana.html - es de las más visitadas. He colgado las fotos en Instagram

Para cenar he preparado una merluza rellena, no me he complicado mucho. Esta mañana el pescadero me tenía reservada una merluza de poco más de dos kilos, la ha desescamado, le ha quitado la espina y la cabeza, la ha abierto en libro y ha repasado bien la pieza para quitar el mayor número de espinas.

He preparado un sofrito con dos zanahorias picadas en daditos, un puerro y dos ramas de apio, lo he guisado a fuego muy suave, aderezado con sal, pimienta de Jamaica y eneldo. Cuando la verdura estaba bien atontada he añadido medio kilo de gambón rojo pelado y dos cucharadas de pimentón de la vera dulce. Lo he mezclado con la verdura y he apagado el fuego, dejando que la gamba se cocinara suavemente con el calor de la sartén.

Mientras me ocupaba de otros menesteres el relleno de la merluza se ha templado.

He engrasado la bandeja del horno, lo he precalentado a 150 grados y he dispuesto las gambas a lo largo de la merluza abierta, con un poco de verdura por encima. He cerrado los lomos ayudándome de unos palillos y he puesto el pescado a asar durante 10 minutos.

Ahora está reposando, minutos antes de llevarlo a la mesa le daré tres minutos más de calor intenso en el horno y lo presentaré con una salsa holandesa que he preparado hace media hora.

Cenamos en casa de unos amigos, amigos generosos que nos convocan con niños y nos juntan con otras parejas a los que apenas conocemos, una propuesta divertida para empezar el año, rodeado de niños que no saben muy bien de qué va lo de las uvas, negociando para ver si seguimos la retransmisión de las uvas por la primera cadena o por TV3 – todo un ejercicio de negociación y tolerancia.

Brinda, besarnos y abrazar a los niños.

Quiero despedir el año con un cuadro pop de París, de la Torre Eiffel. A los pies de la Torre Eiffel he pasado fines de año muy bonitos, en distintas épocas y circunstancias. París es una ciudad maravillosa para ser feliz y el arte pop de Peter Blake es una excelente propuesta para intentar que en el 2017 el mundo se enderece.
Resultat d'imatges de peter blake eiffel tower

jueves, 29 de diciembre de 2016

CDVII.- Comunicación/incomunicación


Cuando llegan estas fechas recuerdo haber dicho que no soy especialmente navideño, aunque gestiono estos días con el mejor de los espíritus. Hoy leía en el periódico que las navidades generan en muchas personas un efecto parecido al del jet lag, una mezcla de agotamiento, mal cuerpo y desorientación. Podría ser.

He colgado algunas fotos en Instagram con los platos que preparé para el primer asalto navideño (un cochinillo al horno con manzanas para el 25 y un capón relleno de castañas para el 26). Para el segundo asalto prepararé una merluza rellena de gambas.

En todo caso el objetivo de hoy no era la de reseñar los platos navideños, internet está llena de fotos y de recetas de todo tipo de platos para estos días, adornados con guirnaldas, espumillones, zambombas y gorros de Santa Claus.

Quería escribir sobre los problemas de comunicación, no para ponerme trascendente, sino para comentar los problemas que algunos visitantes del blog me han comentado, dicen que les cuesta colgar opiniones.

Mantengo el blog con un programa básico que bajé de google hace muchos años, un programa que, hasta donde yo sé, no se ha actualizado, por lo que funciono con las herramientas que había disponibles hace más de cinco años.

El blog no tiene ningún ingreso económico, tampoco tiene otro coste que el del tiempo que dedico a pensar y a escribir, por lo que tampoco me he preocupado por mejorarlo técnicamente, otros blogueros me cuentan que hacen verdaderas virguerías y que tienen detalles sobre el número de visitas, el lugar del que provienen, el tiempo que dedican como media por entrada. Supongo que son blogs que permiten una interactividad mayor entre los blogueros y los potenciales seguidores, el mío es mucho más doméstico. Tengo una idea aproximada del país desde el que se hacen las visitas y también la ruta desde la que me visitan, aunque en algunas ocasiones cuando consulto las rutas termino en una extraña web porno.

En los últimos dos meses he recibido un número muy elevado de visitas desde Rusia, tan elevado que prácticamente ha duplicado la media de entradas semanales en el blog. Me encantaría tener contacto directo con los visitantes, sobre todo los extranjeros, me sorprende el elevado número de visitas de fuera de España (Norteamérica, Rusia y Alemania fundamentalmente) porque mis contenidos son en español. Tengo curiosidad por saber si se trata de españoles que viven fuera del país o si son extranjeros con cierto dominio de mi idioma.

Como guiño al lector o lectores rusos me animo a una receta de las llamadas viejunas, hace 20 años cualquier restaurante que se preciara tenía en la carta la receta del buey o la ternera Strogonoff. Indagando sobre la receta por lo visto su origen es ruso, prerrevolucionario, un plato preparado por un cocinero francés para una familia de la nobleza.

Para hacer Strogonoff para 6 personas se necesita por lo menos un kilo de filetes bien de buey (en realidad vaca vieja), puede hacerse también con filetes de ternera, incluso lo he visto alguna vez con pechugas de pollo. Se corta la carne en tiras largas (10 a 15 cm de largo y 3 ó 4 de ancho), los filetes no conviene que sean muy gordos.

Se salpimenta la carne y se pasa ligeramente por harina antes de freírlos en tandas cortas (4 ó 5 tiras por vez) en una sartén alta con un chorrito de aceite de oliva. Conviene sofreír en tandas pequeñas para que se frían de verdad, como la carne al freírse suelta un poco de agua corremos el riesgo de que la carne se cueza en vez de freírse si se ponen todos los trozos a la vez.

No es necesario que la carne quede hecha del todo, basta con que pierda el color, luego se terminará de hacer.

En la misma sartén, aprovechando el aceite en el que se ha frito la carne, puede añadirse un poco más. Se rehogan dos cebollas cortadas en juliana fina, a fuego muy suave porque han de quedar atontadas, transparentes.

Se remueve suavemente y se añade una bandeja de champiñones cortados en láminas (cada bandeja suele tener 250 gramos de champiñón). Hay que cuidar que estén muy limpios porque es desagradable encontrarse con trocitos de tierra al comer.

Se rehoga todo a fuego lento, removiendo de vez en cuando, dejando que la cebolla y el champiñón vayan sudando y quedando blandos (en algún recetario francés recomiendan hacer el guiso con mantequilla en vez de con aceite). Se salmipentan ligeramente los vegetales. En alguna ocasión en vez de pimienta molida he utilizado granos enteros de pimienta negra – conviene no pasarse.

Si queremos que la salsa quede con cuerpo conviene añadir, cuando la cebolla y el champiñón hayan evaporado toda el agua, una cucharada de harina, se remueve bien hasta que se tueste ligeramente y se vaya trabando con la salsa.

Llega el momento de añadir una copa cumplida de coñac o de ron moreno (también sirve un vino blanco que no sea muy afrutado o un jerez seco). Se remueve todo con un cucharón de madera hasta que se vaya ligando la salsa. Subimos un poco el fuego para acelerar la evaporación del alcohol. No le va mal una cucharada de mostaza si queremos que sea más sabroso (en algún recetario le añaden una cucharada de tomate, como alternativa).

Con el fuego alegre añadimos un par de tazas de caldo de verdura o de carne, que no sea muy concentrado. Se sigue removiendo con cuidado. Disfrutaremos viendo cómo engorda la salsa.

Normalmente el guiso lleva 200 cc de crema agria o de nata para cocinar. Volvemos a bajar el fuego antes de añadir el lácteo. Tiene que trabar bien con el resto de la salsa, sin llegar a hervir fuerte.

Llega el momento de los maniáticos – a quien no le guste encontrar tropezones en la salsa le tocará pasarla por un chino o por una batidora -. Si no hay manías se puede dejar la salsa con los filamentos de cebolla y champiñón.

Con la salsa bien ligada y el fuego suave se añaden las tiras de carne y se dejan cinco minutillos en el guiso, removiendo con cuidado para que la carne vaya cogiendo el gustillo de la salsa. Es importante que el guiso no hierva para que no se corte la nata.

En el momento de llevarlo a la mesa bien caliente se espolvorea un poco de perejil fresco picado.

Para redondear la receta viejuna el plato queda bien guarnecido con arroz pilé (un montículo de arroz con una hoja de perejil nos trasladará a los años ochenta del siglo pasado.

Con la intención de animar a mis lectores extranjeros, especialmente los rusos, a que se comuniquen conmigo, acompaño un cuadro de Marc Chagall. Hubo una época en la que Rusia era el centro del mundo moderno, hace casi cien años.
Resultat d'imatges de marc chagall

domingo, 11 de diciembre de 2016

CDVI.- Ceci n'est pas une pipe. Este mejillón no es un mejillón.


Acabo de regresar de Bruselas, visité la ciudad hace 27 años, no me acordaba de gran cosa, de hecho, la ciudad se ha transformado durante este cuarto de siglo.

Me invitaba el Partido Verde Europeo (European Green Party) a un acto sobre la reactivación de la Unión Europea, si alguien accede al perfil de Facebook del Green Party podrá ver mi intervención en inglés (https://www.facebook.com/EuropeanGreens/?fref=ts) a partir del minuto 59.

Sorprendido y encantado por la invitación, hasta ahora tenía pocas conexiones con los verdes, acepté el envite.

Amables, encantadores, los verdes europeos se deshicieron en atenciones una vez confirmé mi asistencia.

Una ocasión estupenda para pasar unas horas en Bruselas. El año pasado estuvimos a punto de ir en navidad con los niños, al final nos echamos para atrás, con los atentados recomendaban no viajar a Bruselas.

Sobre todo callejeamos, la ciudad estaba hasta los topes, mucho español en pleno macropuente.

Pudimos ver el Museo Magritte. Interesante, aunque las obras principales están en otros museos del mundo. No es muy grande, en poco más de media hora se puede ver bien.

Tiempo tendrá de poder escribir más sobre Bruselas, nos quedamos con ganas de más días.

No he querido dejar pasar la ocasión de colgar una entrada del diletante, aunque sea breve.

Pasear por Bruselas es pasear entre tiendas de bombones, de chocolates de todo tipo, de galletas y gofres adornados con los complementos más empalagosos.

Los belgas son unos fanáticos de los mejillones, indagaré sobre las razones de su afición, estuvimos paseando por la ciudad hasta dar con el barrio de los bares de marisco, en la zona de la Plaza de Santa Catalina, donde acababan de abrir el mercadillo de navidad.

Los mejillones los combinan los belgas con las salsas y productos más sorprendentes, muchos de los platos de mejillones los anunciaban gratinados con quesos fuertes, incluso con foiegras.

No asumimos grandes riesgos, elegimos un restaurante cómodo, clásico. El menú sencillo: Una docena de ostras, una cazuela de mejillones, un plato de salmón ahumado y un tartar de atún (todo fresco y muy ligero).

Los mejillones los pedimos al vino blanco y esta va a ser la receta de esta entrada:

En una cazuela alta se pone un poco de mantequilla (una cucharada completa), ni qué decir tiene que se puede sustituir la mantequilla por un chorro generoso de aceite de oliva.

Se pica una cebolla y se pone a rehogar en la mantequilla ya deshecha, se pica también una rama de apio fresco, una rama de las más blancas.

No hace falta que se rehogue mucho la verdura, bastan un par de minutos. Se añaden dos vasos de vino blanco, a poder ser seco. Cuando el vino rompe a hervir se añaden los mejillones limpios (los mejillones belgas son pequeños pero muy carnosos). Un truco para que el mejillón quede jugoso es espolvorear por encima una cucharada de aceite (engorda mucho la carne del mejillón).

Se tapa la cazuela para que se abran los mejillones, no hace falta que el fuego esté muy alto, mejor que se abran suavemente.

Cuando los mejillones estén abiertos se añade una pizca de sal y un poco de pimienta y se llevan a la mesa, donde se abre la cazuela.

Los mejillones muy sabrosos y la salsa espectacular.

Al final podemos afirmar que una pipa no es una pipa (como dice Magritte) y que en Bruselas un mejillón no es un mejillón.
Resultado de imagen de magritte no es una pipa