jueves, 29 de diciembre de 2016

CDVII.- Comunicación/incomunicación


Cuando llegan estas fechas recuerdo haber dicho que no soy especialmente navideño, aunque gestiono estos días con el mejor de los espíritus. Hoy leía en el periódico que las navidades generan en muchas personas un efecto parecido al del jet lag, una mezcla de agotamiento, mal cuerpo y desorientación. Podría ser.

He colgado algunas fotos en Instagram con los platos que preparé para el primer asalto navideño (un cochinillo al horno con manzanas para el 25 y un capón relleno de castañas para el 26). Para el segundo asalto prepararé una merluza rellena de gambas.

En todo caso el objetivo de hoy no era la de reseñar los platos navideños, internet está llena de fotos y de recetas de todo tipo de platos para estos días, adornados con guirnaldas, espumillones, zambombas y gorros de Santa Claus.

Quería escribir sobre los problemas de comunicación, no para ponerme trascendente, sino para comentar los problemas que algunos visitantes del blog me han comentado, dicen que les cuesta colgar opiniones.

Mantengo el blog con un programa básico que bajé de google hace muchos años, un programa que, hasta donde yo sé, no se ha actualizado, por lo que funciono con las herramientas que había disponibles hace más de cinco años.

El blog no tiene ningún ingreso económico, tampoco tiene otro coste que el del tiempo que dedico a pensar y a escribir, por lo que tampoco me he preocupado por mejorarlo técnicamente, otros blogueros me cuentan que hacen verdaderas virguerías y que tienen detalles sobre el número de visitas, el lugar del que provienen, el tiempo que dedican como media por entrada. Supongo que son blogs que permiten una interactividad mayor entre los blogueros y los potenciales seguidores, el mío es mucho más doméstico. Tengo una idea aproximada del país desde el que se hacen las visitas y también la ruta desde la que me visitan, aunque en algunas ocasiones cuando consulto las rutas termino en una extraña web porno.

En los últimos dos meses he recibido un número muy elevado de visitas desde Rusia, tan elevado que prácticamente ha duplicado la media de entradas semanales en el blog. Me encantaría tener contacto directo con los visitantes, sobre todo los extranjeros, me sorprende el elevado número de visitas de fuera de España (Norteamérica, Rusia y Alemania fundamentalmente) porque mis contenidos son en español. Tengo curiosidad por saber si se trata de españoles que viven fuera del país o si son extranjeros con cierto dominio de mi idioma.

Como guiño al lector o lectores rusos me animo a una receta de las llamadas viejunas, hace 20 años cualquier restaurante que se preciara tenía en la carta la receta del buey o la ternera Strogonoff. Indagando sobre la receta por lo visto su origen es ruso, prerrevolucionario, un plato preparado por un cocinero francés para una familia de la nobleza.

Para hacer Strogonoff para 6 personas se necesita por lo menos un kilo de filetes bien de buey (en realidad vaca vieja), puede hacerse también con filetes de ternera, incluso lo he visto alguna vez con pechugas de pollo. Se corta la carne en tiras largas (10 a 15 cm de largo y 3 ó 4 de ancho), los filetes no conviene que sean muy gordos.

Se salpimenta la carne y se pasa ligeramente por harina antes de freírlos en tandas cortas (4 ó 5 tiras por vez) en una sartén alta con un chorrito de aceite de oliva. Conviene sofreír en tandas pequeñas para que se frían de verdad, como la carne al freírse suelta un poco de agua corremos el riesgo de que la carne se cueza en vez de freírse si se ponen todos los trozos a la vez.

No es necesario que la carne quede hecha del todo, basta con que pierda el color, luego se terminará de hacer.

En la misma sartén, aprovechando el aceite en el que se ha frito la carne, puede añadirse un poco más. Se rehogan dos cebollas cortadas en juliana fina, a fuego muy suave porque han de quedar atontadas, transparentes.

Se remueve suavemente y se añade una bandeja de champiñones cortados en láminas (cada bandeja suele tener 250 gramos de champiñón). Hay que cuidar que estén muy limpios porque es desagradable encontrarse con trocitos de tierra al comer.

Se rehoga todo a fuego lento, removiendo de vez en cuando, dejando que la cebolla y el champiñón vayan sudando y quedando blandos (en algún recetario francés recomiendan hacer el guiso con mantequilla en vez de con aceite). Se salmipentan ligeramente los vegetales. En alguna ocasión en vez de pimienta molida he utilizado granos enteros de pimienta negra – conviene no pasarse.

Si queremos que la salsa quede con cuerpo conviene añadir, cuando la cebolla y el champiñón hayan evaporado toda el agua, una cucharada de harina, se remueve bien hasta que se tueste ligeramente y se vaya trabando con la salsa.

Llega el momento de añadir una copa cumplida de coñac o de ron moreno (también sirve un vino blanco que no sea muy afrutado o un jerez seco). Se remueve todo con un cucharón de madera hasta que se vaya ligando la salsa. Subimos un poco el fuego para acelerar la evaporación del alcohol. No le va mal una cucharada de mostaza si queremos que sea más sabroso (en algún recetario le añaden una cucharada de tomate, como alternativa).

Con el fuego alegre añadimos un par de tazas de caldo de verdura o de carne, que no sea muy concentrado. Se sigue removiendo con cuidado. Disfrutaremos viendo cómo engorda la salsa.

Normalmente el guiso lleva 200 cc de crema agria o de nata para cocinar. Volvemos a bajar el fuego antes de añadir el lácteo. Tiene que trabar bien con el resto de la salsa, sin llegar a hervir fuerte.

Llega el momento de los maniáticos – a quien no le guste encontrar tropezones en la salsa le tocará pasarla por un chino o por una batidora -. Si no hay manías se puede dejar la salsa con los filamentos de cebolla y champiñón.

Con la salsa bien ligada y el fuego suave se añaden las tiras de carne y se dejan cinco minutillos en el guiso, removiendo con cuidado para que la carne vaya cogiendo el gustillo de la salsa. Es importante que el guiso no hierva para que no se corte la nata.

En el momento de llevarlo a la mesa bien caliente se espolvorea un poco de perejil fresco picado.

Para redondear la receta viejuna el plato queda bien guarnecido con arroz pilé (un montículo de arroz con una hoja de perejil nos trasladará a los años ochenta del siglo pasado.

Con la intención de animar a mis lectores extranjeros, especialmente los rusos, a que se comuniquen conmigo, acompaño un cuadro de Marc Chagall. Hubo una época en la que Rusia era el centro del mundo moderno, hace casi cien años.
Resultat d'imatges de marc chagall

3 comentarios:

  1. Un plato contundente el que hoy nos presentas, aquí procuran salirse un poco de lo normal y nos decoran las mesas aunque los menús no me sorprenden lo más mínimo. En una de mis idas por el Thyssen compré un iman de La Virgen de la aldea pues al ver la exposición me gustó ese cuadro. Feliz año a todos tus seguidores y tu sigue deleitándonos con esos menús tan excelentes. Jubi

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  2. Aunque tu dices que es una receta viejuna, lo que está rico está rico.
    Yo sigo siendo seguidora tuya a pesar de las dificultades con las que me encuentro a veces para opinar, por lo cual a veces pongo mi opinión en Facebook directamente.
    Feliz Año para ti y todos los tuyos, también para Jubi y para todos tus seguidores.
    Mari Carmen

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    1. Gracias por tu felicitación, extensiva a todos los que seguimos a nuestro Diletante. Jubi

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