Gollerías.- comidas de sabor muy agradable
y muy bien presentadas, delicadezas. Coloquialmente cosa innecesaria, demasiado
buena o refinada para exigirla en ciertas circunstancias.
No es una palabra habitual por estas
tierras, a veces cuando la uso me miran extrañado, puede que ahora esté más de
moda hablar de delicatesen o gourmandise, es una pena porque en castellano tenemos
gollería, que viene a significar lo mismo.
Hay días que uno tiene el cuerpo para
gollerías, no es necesario que sean platos muy sofisticados, basta con que resulten
sorprendentes. Y con el cuerpo de gollería me he puesto a preparar el postre de
hoy, unas hojaldrinas con crema pastelera.
Ayer compré un litro de leche fresca, lo he
puesto a hervir con una vaina de vainilla abierta en dos.
Mientras se infusionaba la vainilla – de Madagascar,
decía el prospecto -, he cascado en una bacinilla metálica dos huevos hermosos,
más 8 yemas más; los he batido bien, hasta que empezaron a espumar; enseguida
he añadido 250 gramos de azúcar – medidos a ojillo -; he continuado batiendo
con vigor hasta que el azúcar ha quedado bien disuelta y el huevo ha perdido el
color naranja intenso, se ha convertido en una suave espuma clareada.
Llegó el momento de poner harina, 100
gramos, debidamente tamizados; he seguido batiendo para que no se hicieran
muchos grumos.
Mientras tanto la leche ha empezado a
hervir, la he retirado del fuego y he dejado que templara durante cinco
minutos.
Dudé si retirar la vaina de vainilla, al
final la he dejado; he incorporado a la leche la mezcla de huevos, azúcar y harina,
he seguido removiendo hasta disolver del todo la mezcla.
Encendí de nuevo el fogón, muy suave,
mientras iba removiendo la crema para que fuera cogiendo cuerpo, no hay que
parar de batir para evitar que se formen grumos. En pocos minutos aquello fue
tomando densidad. Apagué el fuego y seguí removiendo hasta que se quedó una masa
que permanecía unos segundos pegada en el cucharón de madera. Cubrí la cazuela
con una tapa.
Había encendido el horno cuando empecé a
trajinar con los huevos, así que estaba ya a 210º, a punto para la fase segunda
de mi gollería.
Saqué de la nevera una placa de hojaldre,
una placa rectangular. La coloqué sobre papel satinado e hice cortes con la
punta de un cuchillo, cortes simétricos para dividir la masa por la mitad, cada
mitad por mitad y así sucesivamente hasta tener 16 rectángulos del tamaño de
una carta de la baraja.
Ayudándome de un tenedor fui punteando cada
una de las pequeñas porciones, había que puntear toda la masa para que no
subiera el hojaldre.
Metí la bandeja en el horno durante 12/15
minutos, hasta que se doró el hojaldre. Lo reservé en un lugar fresco.
Comimos tranquilamente y al llegar el
postre me escapé a la cocina para montar mis hojaldrinas. Coloqué cuatro rectángulos
en una bandeja, destapé el cacharro en el que reposaba la crema, estaba tan
espesa que no necesité la manga pastelera.
Puse sobre cada rectángulo de hojaldre una
cucharada generosa de la crema pastelera, que apenas rebosó por los bordes.
Coloqué un rectángulo de hojaldre sobre la crema, espolvoreé un
poquito de azúcar glass por encima y fui con la bandeja a la mesa.
Un éxito de crítica y público, hubo quien
repitió tanto de hojaldres como de crema.
Como no me deja internet colgar la fotografía - intentaré hacerlo en Facebook -, cuelgo unas gollerías de Caillebotte.
Me ha encantado encender el ordenador y ver una "gollería" tan rica, hace un porrón de años que no oía esa palabra, aunque se empleaba en un sentido como: "no digas gollerías" o "eso son gollerías", pero ahora ha debido quedar "demodé". Voy a pasar por "chapa y pintura" y cuando vuelva espero comentar una nueva entrada. Jubi
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