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miércoles, 15 de octubre de 2014

CAP. CCCXLVIII.- Eneldo.


Uno de los problemas que tiene ser un poco diletante es que rápidamente se abandona cualquier intento de ser sistemático. Recuerdo que de vez en cuando dedicaba una entrada monográfica a una especia, pensaba que las había agotado todas – incluida el comino.

Me quedaba el eneldo, pensaba que no había mucho de contar del eneldo, que el uso se reducía al salmón marinado con eneldo. El aneldo es una hierba de la familia de las apiáceas; es una planta mediterránea de la que se aprovecha casi todo, aunque para guisar suelen usarse las hojas, tanto frescas como secas.

Aunque el eneldo es de origen mediterráneo y necesita mucha agua, mucho sol y poco cuidado, una hierba que crece de manera espontánea, lo cierto es que son los nórdicos los que la utilizan habitualmente en su cocina.

El eneldo es un condimento de sabor anisado, dulzón, puede resultan cansino si se abusa de él.

El eneldo va bien en ensaladas – en pequeñas dosis – y los franceses hacen una salsa a base de huevo, crema de leche, aceite, sal y eneldo; liga especialmente bien con los pescados, por descontado el salmón, también  los pescados blancos.

El domingo pasado aprovechando que tenía dos rodajas de merluza cocida con media cebolla y un trozo de pimiento rojo me puse a hacer un aperitivo especial.

Preparé una mayonesa suave – saqué el huevo de la nevera dos horas antes de montar la mayonesa -. Huevo, aceite, una pizca de sal y otra de limón; la mayonesa ha de quedar un poco consistente.

Cuando tenía la mayonesa montada la pasé a un bol grande y allí le incorporé las dos rodajas de merluza cocidas desmigadas y evitando las espinas, le eché una cucharadilla de la salsa de cocción de la merluza, que había quedado gelatinosa.

Piqué media cebolla en trocitos muy finos, unos pepinillos (una docena) encurtidos y unas aceitunas rellenas (una lata pequeña) los piqué también y lo mezclé todo con un tenedor. Hay quien hace este tipo de cremas batiéndolo todo, para que quede una crema uniforme, a mí me gusta más notar los trozos de pescado y los encurtidos. Le puse al aperitivo una cucharadita de hojas de eneldo – secas – y terminé de mezclar.

Llevé a la mesa el bol con unas galletitas saladas y así conseguí que se comieran sin rechistar las sobras del día anterior.

El eneldo consigue que unas tristes rodajas de merluza hervidas – la merluza que compré no era gran cosa – pasen a ser la base de un dip un poco más sofisticado. El contraste de los encurtidos agrios con el anisado de la especia le da cierta gracia al plato, además el toque cremoso de la mayonesa recién hecha permite el juego de tomarlo con panecillos, con bastones de zanahoria, de pimiento o de pepino, incluso hacer unos pinchos con unas baquetas de pasta brisa.

El eneldo no tiene porqué ser patrimonio de los marinados nórdicos. Con la excusa de lo nórdico he encontrado un cuadro de Joan Miró que está en el Museo de Arte Contemporáneo de Estocolmo, un huerto mediterráneo colgado en las salas de un país escandinavo, seguro que pegados a los muros del huerto crecían matojos de eneldo salvaje.

lunes, 7 de enero de 2013

CAP. CCXIV.- Mayonesa remolona//Salsa Remoulade.


Hay ocasiones en las que la tarea en apariencia más simple puede convertirse en un desastre, eso me pasó con una mayonesa el primer día del 2013, vaya tontería ya que el día antes, escuchando a Otis Redding, había trabado casi por casualidad un alioli verde.

El día uno pensé que seguía en racha, en esta ocasión con los Rolling Stones, y me puse a montar una mayonesa que debía acompañar a un tronco de merluza gallega que quería preparar para tomar cocinada al vapor. Uno tras otro fueron cayendo primero un huevo, después otro y, finalmente, hasta cinco huevos que al filo del mediodía determinaron en primer lugar que dispusiera de reservas de mayonesa prácticamente para todo el trimestre. El consumo extra de yema de huevo permitió que para el día siguiente preparara un esponjoso bizcocho de claras con ralladura de limón cubierto de colacao en polvo.

Corren muchas leyenda sobre las razones por las que cuaja o no cuaja la mayonesa desde las que vinculan la suerte de esta salsa a las ovulaciones femeninas – puedo asegurar que en mi caso no existe ovulación posible -. Hice pruebas con la batidora, con la termomix, con la mano del mortero, poniendo primero el huevo con la sal y el limón; poniendo huevos enteros o solo las yemas; buscando huevos de payes en vez de los industriales; mezclando una yema con la mayonesa ya cortada. Hubo un momento en el que pensé que la mayonesa me derrotaría ese primero de enero y que aquel fracaso marcaría mi trayectoria como diletante durante todo el 2013, un año que ya pintaba oscuro según los peores agoreros de la economía.

Celebré cuando por fin se cuajó la salsa con la alegría de un gol en la final de un mundial. La merluza al vapor quedó de muerte y la mayonesa blanca, espesa, cremosa y con un punto ácido del limón elevó las lascas de merluza a dimensiones cuasi celestiales, hacía mucho tiempo que no compraba y cocinaba una merluza tan redonda.

Con el paso de las horas y la paz del éxito me puse a darle vueltas a las razones de mi fracaso inicial. Descartados los Rolling Stones creo que la razón fundamental para que trabe o no trabe la salsa dependen de la temperatura de los ingredientes, el frio es mal aliado de este tipo de salsas.

Consultando en internet he comprobado que un acto tan automatizado como el de la elaboración de la mayonesa hay factores que un cocinilla cuidadoso no debe olvidar. De todas las páginas dedicadas a la mayonesa la más completa es seguramente la de J.I.A. Soler Díaz - http://www.gastrosoler.com/pagina_nueva_110.htm -; esta es la receta que propone: “Escaldamos un recipiente con agua hirviendo, hasta que se caliente; lo secamos bien, y en el ponemos a entibiar el aceite (sólo en caso de que haga frío, porque en climas cálidos todo esto es innecesario). Cascamos los 3 huevos y utilizamos sólo sus yemas (quitándoles sus galladuras o pintas de sangre y posos), que depositamos en un recipiente, junto con la sal, la pimienta y unas gotas de vinagre. Con un batidor adecuado comenzamos a batir las yemas añadiendo muy despacito el aceite a hilillos; apenas las yemas hayan absorbido 4 ó 5 cucharadas soperas (4 x 15 mL) de aceite, la salsa se presentará compacta y tomará cuerpo. Unas gotas de limón o de vinagre detendrán el espesamiento. Y, ahora, podrá añadirse más aceite sin temor a que se corte. Si la salsa pareciera volverse espesa añadir más gotas de vinagre o limón.

La Marquesa de Paradere abunda en la necesidad de templar el aceite, utiliza menos huevos – dos yemas y 3 decílitros de aceite -. Primero las yemas, luego el vinagre o limón, después la sal y finalmente el aceite. He visto algunas revistas que mezclan las yemas de huevo con una cucharada de agua tibia en el arranque.

Conseguida la salsa mayonesa el paso siguiente que me marco es el de preparar una de las salsas clásicas francesas hechas a partir de la mayonesa, concretamente la llamada Remoulade, una salsa mayonesa mezclada con mostaza. La palabra remoulade viene del nombre en francés de un rábano picante.

Paul Bocuse en su cocina de mercdo hace la remoulade sin mostaza ni rábano, sólo con un litro de mayonesa convencional, dos cucharadas de alcaparras, 6 de pepinillos de tamaño mediano picado, perejil, perifollo, estragón, cebolleta y un par de anchoas en salazón. Esta salsa es mejor hacerla con los ingredientes picados a cuchillo en vez de mezclarlos con la batidora.

La divina marquesa – no confundir con el divino marqués – añade al final una cucharada de mostaza de dijon diluida con unas gotas de aceite – yo tengo una mostaza en polvo que puede servir. 

Hay una ensalada muy francesa hecha a base de apio rallado y la salsa remoulade que aparece en casi todos los recetarios, no tiene mayor complicación que la de buscar un bulbo de apio -no muy fibrosos –, rallarlo con ayuda de un rallador metálico, cuanto más finas las tiras mejor, y cubrirlas con la salsa. Tampoco le va mal al salmón ahumado – linko una receta de la web petitchef en la que cocinan un pastel de salmón con esta salsa: http://www.petitchef.es/recetas/pastel-de-salmon-noruego-con-remoulade-fid-1132404.

De no ser porque me empeñé en hacer la mayonesa – no me gustan las industriales y menos para una merluza de bandera – no me habría enredado con esta salsa.

Cierro la entrada con un recurso grafico de Rene Magritte que se titula afinidades electivas, huevos enjaulados, toda una metáfora.

domingo, 15 de mayo de 2011

CAP.XIII.- Frutas en la ensalada.

Mikel López Iturriaga, autor de un blog muy entretenido llamado "El comidista" - http://blogs.elpais.com/el-comidista/ - tiene una sección curiosa llamada "Comida Viejuna" en la que revisa recetas que hatn tenido cierto predicamento en el pasado reciente y que han quedado ahora desenfasadas, allí han aparecido referencias a los San Jacobos, a las Gambas al Ajillo y a otras reliquias de los menús de finales de los setenta principio de los ochenta del siglo pasado.

La otra noche cenando fuera antes de ir al cine tuve la oportunidad de reencontrarme con esos platos viejunos que, sin embargo, me dejó gratamente sorprendido - será que yo también soy un cocinero viejuno -. La ensalada de pollo y piña aderezada con mucha salsa de mayonesa y un poco de lechuga romana.
No sé si era por el hambre o por la alegría que tenía por poder ir al cine - con niños pequeños lo de escaparse al cine es motivo de alborozo sea cual sea la película que veas -, pero aquél plato me supo a gloria por lo sencillo y evocador que podía llegar a ser puesto que hubo un tiempo en el que lo más sofisticado que se podía pedir en un restaurante era una ensalada de pollo y piña.

No trataré de reproducir la receta de la añorada ensalada, ni siquiera de actualizarla con nuevas salsas o condimentos. Los platos viejunos deben mantener ese toque vintage que hace que para bien o para mal uno caiga en el tunel del tiempo. Pero esa receta me llevó a inventariar las ensaladas modernas en las que la fruta aparece como elemento distintivo, como punto de modernidad:
Está a punto de ser una ensalada vintage la de escabeche de perdiz y granadas con la vinagreta de mostaza.
Manzanas, nueces y queso de roquefort con una juliana de endivias puede ser otro ejemplo frutal en un entrante.
Hay multitud de combinaciones a base de melón o de sandía licuada o en daditos.
Aporto algunas opciones que juegan con la naranja como punto de distinción:
(1) Ensalada de Salmón y naranja.- Para elaborar esta ensalada es necesario utilizar salmón ahumado, puede servir el que se vende en lonchas pero queda más vistoso si se utilizan jugosos tacos de lomo de salmón. Sobre cada taquito de salmón se coloca un trocito de mozzarella y un gajo pelado de naranja - las torres son muy sabrosas, si se tiene la oportunidad de contar con naranja sanguina el resultado pasa a ser espectacular -. Si se sirve como si fueran largos pinchos pueden aderezarse  el pincho con un poco de salsa de aceitunas negras (la oliverada catalana o similar). Se termina el pincho con unos cristales de sal maldón y un chorrito de zumo de naranja. Si no tenéis la oliverada o el garum se puede sustituir por unas aceitunas negras, yo apuesto por las Kalamatas griegas.
(2) Ensalada de migas de bacalao con naranja.- La base de la ensalada son las hilachas de bacalao desalado, las hebras que todavía conservan un puntito de salazón. Para organizar la ensalada se utiliza una bandeja grande que se cubre en su totalidad por cebolleta cortada en fina juliana, no importa si tiene es un poco picante. SObre esa cama de cebolleta se añaden dos naranjas peladas en rodajitas, en la medida de lo posible hay que evitar que tengan los restos de la capa blanca que suele amargar la naranja. Para pelar y cortar la naranja no hay problema en hacerlo sobre la bandeja para que el juguillo que se pierde con el manejo de la fruta pueda servir para ir formando la salsa. Cubierta la bandeja por esta segunda capa sólo queda añadir las hebras de bacalao desalado, que también destila un líquido sabroso, de ahí que no sea necesario que el bacalao esté escurrido al máximo. Rectificar de sal el plato teniendo cuidado de que no quede muy salado por la sal que conserva de suyo el bacalao. Se añade un chorreón generoso de aceite de oliva con cuerpo y el adorno de unas aceitunas - no muchas - de nuevo yo tiro de las kalamatas aunque reconozco que la pequeñita española arbequina tiene su encanto.

En definitiva ensaladas frescas, originales y, aunque no lo parezca, hunden sus raices en tradiciones centenarias. (Por cierto, tendré que hacerme mirar mi tendencia a utilizar mozzarella en muchos platos. A poquito que me esfuerce seguro que encuentro cientos de quesos que puedan sustituir a la mozzarella ... pero la que sale buena es tan sabrosa ...).