Hace unos días el colegio de los niños me
invitó a una jornada de orientación a los alumnos de bachillerato. Padres y
madres de “distinto pelaje” tenían que hablar con los bachilleres sobre las
salidas profesionales. En grupos de cinco nos distribuyeron por clases en
función del perfil o preferencia de los chavales. A mí me tocó con una
traductora, un abogado dedicado a la política, un economista y un arqueólogo
especializado en museos.
Rompió el fuego un chico que quería
dedicarse a la política, preguntaba sobre los estudios a realizar para ser
banquero; curiosa combinación. En su
intervención nada dejaba vislumbrar su ideología, aunque su objetivo era claro:
Quería ser político y se amparaba en una vaga voluntad de servir a los demás.
Más tierno fue un muchacho escondido en las
últimas filas, aseguraba no tener vocación de nada, le daba lo mismo ser
bombero que abogado, sus padres le presionaban para que estudiara en ESADE, la
combinación de derecho y empresariales; vivía con cierta angustia lo de no
tener vocación y nos preguntaba si aquello era normal.
Sinceramente yo nunca tuve gran vocación de
ser lo que soy y creo que es bueno no tener una gran vocación que puede
desembocar en una gran frustración.
De adolescente quería ser Flaubert o
Faulkner, no los había estudiado en profundidad, lo poco que había leído probablemente
no lo entendí bien, pero en todo caso quería ser Flaubert o Faulkner, incluso
me conformaba con ser Scott Fitzgerald, un tanto más frívolo y mundano.
Caso de que me tocara ser español, en vez
de novelista prefería ser poeta, Salinas o Ángel González, en el peor de los
casos el Alberti de las primeras épocas.
Ni qué decir tiene que por aquel entonces
no se me había ocurrido ser nada que tuviera que ver con la cocina, ni nada que
ver con las leyes.
Con el paso del tiempo leí a Flaubert, a
Faulkner, a Fitzgerald, a Salinas, a Gonzalez y a Alberti. Con el paso del
tiempo también me he dado cuenta que he consagrado mi vida a la escritura, no a
la literatura. Me paso el día escribiendo aunque en mi profesión están vedadas
las metáforas y los adjetivos hay que medirlos al máximo; los adjetivos pueden
llevarnos a la perdición.
Mi trabajo me permite ciertas licencias
sintácticas, de modo inconsciente en mi profesión todos somos de estructura
faulkneriana, aunque nuestro territorio no sea tan complejo como Yoknapakawa,
aunque en ocasiones pueda de resultar igual de hermético.
Con el paso del tiempo, sin renunciar a ser
Flaubert o Faulkner, lo cierto es que termino por ser casi witgensteniano.
Todas estas ideas se las trasladé a aquel
muchacho a quien casi le di la enhorabuena por su falta de vocación, aunque le
advertir que las pruebas para ser bombero eran muy duras.
No sé si fue el grupo que me asignaron pero
nadie quería ser poeta, ni siquiera cocinero. Puede que entrados en el siglo
XXI nadie quiera ser poeta, o nadie quiera reconocerlo en público – aunque me
dan pánico quienes escriben poesía en la intimidad, suelen ser de una
metaforisidad ingobernable -. Puede que la de poeta sea una profesión en desuso,
pero cocineros debería haber a cientos ya que rara es la cadena que no dedica un
programa a los fogones.
Se puede sobrevivir sin vocación, incluso
se puede ser un brillante profesional no vocacional, lo importante es ser capaz
de distanciarse de uno mismo, verse desde lejos y buscar el modo de
desdoblarse.
Puede que sin quererlo le introdujera en
los placeres y dulzores de la diletancia. Sé que los manuales de autoayuda
aseguran que uno tiene que buscarse a sí mismo, pero qué ocurre cuando uno no
se gusta a sí mismo, si la imagen que se refleja de uno mismo no es nada
agradecida. En estos casos es preferible buscar un modelo a imitar que sea más
llevadero. Incluso Flaubert, que era un gruñón, o Fitzgerald, que era un
borrachuzo.
Descendiendo a cuestiones más mundanas – no
todo van a ser Palmeras Salvajes, Bouvard o Pecuchet -, quien no recuerda a
Babe, el cerdito valiente; un puerco que en realidad quería ser perro pastor.
Tanto Babe como la película consiguieron el éxito, estuvieron nominadas a
varios oscars. Un crítico mordaz acudió al chiste fácil y aseguro que no era la
primera vez que un cerdo estaba nominado al oscar.
A nadie se le ocurriría preparar un
cuchifrito con Babe, puede que porque al final haya conseguido transmutarse en
un perro pastor y nadie – excepto los orientales – se comerían un perro pastor
en caldereta.
Puede que lo que primara en el bueno de
Babe fuera lo de no ser cerdo y negando su porcinidad resultaba más sencillo buscar
otro referente.
He encontrado otros cerdos, pintados por
Thomas Gainsborough, peleados con su porcinidad, empeñados en ser quien sabe si
tiernos corderitos. Nadie se comería los dos cerditos que contempla la niña
porque sin duda le partirían el corazón.
Pasando a los fogones y dándole vuelta a
eso de las vocaciones he encontrado otros cerdos que no tienen vocación de
cerdo y viven como si fueran terneras, es el caso de la raza Noir de Bigorre,
oriunda de la comarca francesa del Midi-Pirynee, su carne es tan delicada que
puede comerse casi cruda, como si fuera un buey gallego. El noir de bigorre se
presenta en la mesa como si fuera un chuletón de ternera, tostado por fuera y
crudo en su interior, con la grasa a punto de licuarse. Aderezado con sal de
maldón.
Hasta que no lo probé no me lo creía,
pensaba que la regla de no comer carne cruda de cerdo era una regla de oro,
pero la semana pasada en un restaurante llamado Pork, boig per tú, algo así
como “cerdo, loco por ti”, tuve la oportunidad de comerme un chuletón del noir,
acompañado por una lechuga aderezada sólo con vinagre.
Por fuera tostado, seguramente lo rematan
con soplete, por dentro rojo intenso, ribeteado de grasa casi fundida. El
restaurante, vinculado a la casa madre de Casals en el Bergadá, aconseja que el
noir se coma acompañado de una cerveza casera, densa y amarga, casi masticable.
Para quien quiera saber más del noir de
bigorre esta es la web oficial - http://www.noirdebigorre.com/ES/la-aventura-del-cerdo-noir-de-bigorre.html
-; para quien quiera saber más sobre el restaurante esta es la web oficial - http://www.porkboigpertu.com/.
Cuando uno descubre una carne tan
particular es difícil enmascararla en forma de guiso, de ahí que lo mejor sea
servirla después de hacerla a la brasa, en su caso parece que le va bien lo
amargo y lo ácido, por lo que serviría la chuleta – para que merezca ese nombre
habrá de pesar por lo menos 400 gramos – sobre una cama hecha con unos cogollos
de lechuga abiertos por la mitad y dorados unos minutos a la plancha, unos
taquitos de manzana granny smith – verde y ácida – y unos gajos sin pellejo de
pomelo – cuatro o cinco -. Se adereza el acompañamiento con un chorrito de
aceite de oliva, un poco del jugo que haya soltado la manzana y se deja reposar
la carne caliente sobre la ensalada.
La vocación, en definitiva, no es
importante, lo importante es saber en qué momento se tiene que huir de uno
mismo. Tal vez a aquel chico del colegio que no quería estudiar en ESADE le
recordaría la anécdota de Luis Buñuel, a quien su padre le obligó a
matricularse en la universidad de derecho, en Zaragoza; el primer día de clase
llegó quien luego sería Buñuel a clase y cuando vio a sus profesores y a los que
serían sus compañeros salió huyendo despavorido. El resto de su vida la pasó
intentando no parecerse en nada a aquellas personas con las que había convivido
durante unas horas en la facultad de derecho. Puede que la reacción hiciera
nacer el genio.
Holaaa.
ResponderEliminarMe encanta esta entrada. Por el contenido de tus vivencias y como las explicas. No me extraña que no duermas, con la cantidad de cosas que te preguntas.
En cuánto al porc, sabes que lo mío no es la carne y menos poco hecha.
Yo siempre he querido ser veterinaria, o algo relacionado con cuidar o salvar animales. De pequeña quería irme por el mundo con Rodriguez de la Fuente y más tarde con Cousteau para ayudar a todo bicho viviente.Aún me gusta y no lo descarto.
Estoy pensando que a lo mejor por eso no me gusta la carne... no se.
Yo si creo en las vocaciones, a cualquier edad, porque las he vivido de cerca y aunque yo tengo una mente más práctica, lo entiendo perfectamente.
Y por supuesto también creo en la "no vocación" como creo en el destino.
Bueno pues dejo tan trascendente conversación para otros foros y te felicito diletante por este Blog tan... tú.
Un beso Jubi !!! me he adelantado :-)
LSC
Me ha entretenido mucho hoy tu blog y me ha recordado que yo lo que más me gustaba era ser cantante de ópera, ir al conservatorio y educar la voz, pero no me hicieron caso y no tardé en darle a cigarrito y gracias a ello ahora mi voz es de "botijo cascao". Riquísimo plato de porc. Jubi
ResponderEliminarGracias LSC, somos fervientes fans del "dile"
Tiene muy buena pinta esete PORK, en alguna incursión que haga al sur de Francia miraré a ver si lo encuentro y me traigo un poco.
ResponderEliminarMari Carmen
Y Josep Pla, soberbio prosista y gourmet. También estudió derecho, pero lo suyo era la literatura, el periodismo y le savoir vivre. " Viaje en autobús" y " Lo que hemos comido" son imprescindibles en mi mesilla de noche. Un saludo y enhorabuena por su blog!!
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