Promesas que no valen nada. Es el título de
una canción de los Piratas, podría decir que es una vieja canción de los
Piratas ya que tiene casi 20 años. Durante algún tiempo fue una canción
importante en mi vida, luego se fue diluyendo aunque cuando vuelvo a escucharla
sigo emocionándome (http://www.youtube.com/watch?v=hptUE57xH74&feature=kp).
Pero no se trata de ponerse nostálgico. El
título de la canción es una excusa perfecta para una nueva entrada.
Después de dos capítulos dedicados al cerdo
creía que sería capaz de desconectar de las recetas porcinas y he estado a
punto de conseguirlo pero en el último instante una imagen me ha traído de
nuevo a la senda de los puercos y sus virtudes gastronómicas.
Ma imagen es de un ilustrador
norteamericano que vive en España, Michael Parkes, una estampa muy sugerente,
con un punto morboso. Lo siento por los seguidores vegetarianos, tendré que
compensarles.
La última receta del ciclo porcino es un plato
típico del Pirineo catalán, el Trinxat de la Cerdanya, una especie de puré
trabado con aceite. Puede que el trinxat termina aceptando todo tipo de verdura
hervida y rehogada, con un poco de patata. De hecho la receta de hoy no es la
receta ortodoxa.
Para hacer un trinxat se necesita primero
una sartén grande, de acero colado, creo que salen mejor estas recetas si se
utilizan sartenes viejas, no importa si se pega un poco en el fondo.
Ponemos la sartén al fuego con cuatro
cucharadas soperas de aceite de oliva, fuego suave. Imagino que la receta
originaría se haría con grasa de cerdo.
Mientras toma temperatura se pican tres o
cuatro dientes de ajo en láminas, no han de dorarse mucho.
Conviene tener picadas tres o cuatro
lonchas de panceta, taquitos gruesos. Se pasan por la sartén para que se doren
un poquito.
Rehogados los ajos y la panceta – primer guiño
al cerdo -, se añaden a la sartén cuatro patatas hervidas y peladas;
preferiblemente habría que elegir patatas tipo kenebek, hervidas el tiempo
suficiente como para que empiecen a deshacerse.
Con ayuda de un cucharón de madera se va
mezclando la patata con la panceta y el ajo; el objetivo es que las patatas se
deshagan del todo y vayan formando una pasta.
Hay que tener preparada col hervida, en la
Cerdanya utilizan un tipo de col de invierno que es de hoja un poco más basta,
más verde y amarga. También conviene que la col esté blanda.
Se va mezclando la verdura con la patata,
rectifica de sal y con ayuda de la cuchara se va formando una pasta homogénea.
No importa si se deja unos minutos sin
remover y se pega un poco en el fondo, los trozos tostados le dan más sabor al
guiso. Se trata de que los ingredientes se vayan compactando.
En el último tramo se cortan unas rodajas
de butifarra negra, se pasan por una sartén y se terminan de mezclar con el
resto de ingredientes – si se pusiera la butifarra desde el principio se
desharía del todo.
El trinxat va a la mesa pizpireto, como el
cerdito de Parkes. La ilustración de titula el toque del ángel.
Creo que ahora toca pasar unas semanas
lejos de los cerdos. No sé si podré cumplir esta promesa.
Contundente plato, tiene que estar buenísimo y sobre todo necesita un buen trago de vino. Nunca comí butifarra negra, de la otra sí y me encanta. Tiene que ser maravilloso poder ir descubriendo la diferente gastronomía que nos presenta nuestra península. ¡¡Comer es un placer¡¡ Jubi
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