Llevo varios días arrastrando una media
gripe que me pasa de la garganta al pecho y de allí al estómago. La fiebre
oscila entre 37 y 37’5, no termino de averiarme lo suficiente como para
quedarme en la cama. Creo que lo de pasear medio en pelotas por la escalera de
casa abriendo y cerrando la llave del agua ha tenido, por fin su recompensa.
En estas condiciones es complicado hilvanar
una receta, lo he intentado varias veces y lo que consigo es un relato
desgalichado, hecho a base de retazos de cosas que quiero contar y que no
termino de armonizar.
Recordaba una poesía de García Montero,
llevo días rebuscando en las estanterías sin mucho éxito; a raíz de mi investigación
frustrada me planteé la necesidad de leer poesía, quizás, para ser más concreto,
la necesidad de las metáforas. Un problema, es complicado transitar del mundo
de los poetas al de la cocina, salvo que entendamos que el cocido es una
metáfora de la vida misma.
La metáfora que me tenía engatusado era una
en la que comparaba la vida – cercana ya a los 50 años – con una camisa blanca
tendida al sol. Estos días, de intenso sol de invierno, considerar que la vida
es una camisa blanca, vieja, colgada de una cuerda, frente al sol, es una
imagen potente.
He pasado muchas horas estos días buscando
cuadros que me pudieran servir para esta metáfora de la vida, la que encontré
no era una metáfora, pero el Origen de la Vida de Courbet, es una imagen tan
potente como indecente, hasta el punto de que no me atrevo – pacato que es uno –
a reproducirla directamente, por lo que os adjunto el link para saciar a los
curiosos - http://www.carlosianni.com.ar/blog/547/el_origen_del_mundo._por_mario_goloboff_.html.
Hace años compré un libro en el que se
novelaba la historia de este cuadro, la razón por la que se pintó y sus
distintos dueños, he seguido buscando en la biblioteca de casa y el libro no
aparece.
Descartado el golpe provocativo de Courbet
me contenté con uno más modesto, de un pescado, un cuadro que enlazaba con la
receta sobre la que quería escribir – no vayamos a pensar que el pescado fuera
del agua es una metáfora de la vida -.
La receta sobre la que quería trabajar es
una bacalao a la portuguesa, bacalao a la braz. Hace días que no hago recetas
de bacalao, ese pez fósil fascinante. Un pez fosilizado puede que sí sea una
metáfora de la vida. Pero no van por ahí los tiros.
La receta sí que es un ejemplo de cómo puede
convertirse una receta que, en realidad, no deja de ser una especie de tortilla
de bacalao, en una maravilla de la gastronomía. Lo que diferencia un bacalao a la
portuguesa de un mazacote de tortilla de patata, cebolla y bacalao es el mimo
con el que se tratan cada uno de los pasos y detalles del plato.
Ingredientes para cuatro comensales: 350 gramos
de bacalao desalado, de buena calidad – puede que conviene que sean lomos de
bacalao -, 2 patatas hermosas, 3 huevos grandes, 1/2 cebolla hermosa o 1
cebolleta, 1-2 dientes de ajo, perejil fresco, aceitunas negras sin hueso, sal,
pimienta.
Se pelan las patatas y se cortan en rodajas
fijas, cada rodaja se corta en tiras largas, no muy gruesas. Se pasan las
patatas paja por agua, se escurren y se secan bien.
Se fríen por tandas en abundante aceite de
oliva. Las patatas han de quedar crujientes, hay que evitar en la medida de lo
posible que se peguen unas tiras con otras. Se escurren bien y se reservan.
Se sacan 3 cucharadas de aceite en el que
se han frito las patatas. En ese aceite se fríen los dientes de ajo enteros y
pelados, también la cebolla picada fina. No conviene que el fuego esté muy
fuerte.
Cuando la cebolla claree se añade el
bacalao desmigado, se sube un pelín el fuego y se remueve bien hasta que el
bacalao se amalgame con la cebolla. Conviene que el bacalao esté bien escurrido
para evitar que la sartén se empapuce de agua y en vez de freírse se cueza el
pescado.
Yo soy de los que me gusta que el bacalao
quede un pelo seco, en esta receta no pasa nada.
Se vuelve a bajar el fuego y con la llama
al mínimo se añaden las patatas y se mezclan con cuidado. Si hemos hecho bien
el proceso las patatas permitirán hacer casi como una celosía, una estructura
de cierto cuerpo que no conviene que se apelmace.
En un cuenco se baten los huevos, basta
darles dos o tres golpes de tenedor, no más; han de distinguirse las partes de
claras de las yemas.
Se añaden los huevos, se sube un pelo el
fuego y se remueve con cuidado para que el huevo cuaje entre las patatas.
Se comprueba la sal – ojo porque dependerá
del bacalao – se pone una pizca de perejil o de cebollino fresco y se presenta
en la mesa. Hay quien añade unas aceitunas negras cortadas dos y unos aros de
cebolleta cruda, cortada muy fina.
Una receta en retazos sobre el origen del
mundo.
¿Necesitas la referencia del libro? Hace no mucho que lo he terminado, si no me equivoco el autor era Thierry Savatier, pero si lo necesitas lo confirmo, y el libro sigue disponible
ResponderEliminarSabrosa la tortilla de bacalao, no me extraña que con la noche torera que tuviste, no cogieses algo más que unas décimas y no tengas ánimos para pensar en guisos. Yo hoy comeré bien ya que voy en buena compañía a un restaurante que está de moda "Lakasa" en Raimundo Fernández Villaverde y en buena compañía, creo que hay buenos vinos, espero que el tiempo nos de un respiro ya que anuncian lluvias y de momento no tiene mala pinta la mañana. Juibi
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