Desde hace algunos años se produce en mi
casa una maldición que, al haberse reproducido puntualmente todos los años,
creo que ha terminado por convertirse en una tradición. Da lo mismo las prevenciones
que tomemos, siempre aparece cuando menos te lo esperas, normalmente
coincidiendo con los días más fríos del invierno.
La tradición es sencilla: a las puertas de
una ola de frío polar tenemos una avería doméstica que afecta a la calefacción
y al agua caliente.
Después de varios años de incidencias en el
mes de mayo nos decidimos a cambiar por fin la caldera, pensando que con ello
conjurábamos a los hados, sin embargo tras las navidades el sistema nos dio un
primer aviso, una fuga de agua justo detrás del calentador, un día y medio sin
agua, la cocina navegable y una reparación de urgencia con una advertencia: La
caldera funcionaba de maravilla pero había un escape justo tras la caldera.
Hicieron una primera reparación de urgencia pero advirtieron que si la fuga no
se atajaba habría que desmontar la caldera y picar la pared.
Ayer, coincidiendo con la entrada de un
frente gélido, se cumplieron los peores pronósticos y a la tarde la cocina estaba
de nuevo inundada. De nuevo sin agua caliente, gas cortado y, como diría el
comandante Kurt el horror, el horror.
Dado que la caldera era nueva y disponíamos
de un flamante seguro de hogar activamos el protocolo de emergencia llamando a
un fabuloso 902, atención al cliente.
A las seis de la tarde nos aseguraron que
un operario vendría a ver la avería esa misma tarde, apareció pasadas las diez
de la noche y, sin sacar las manos del bolsillo, advirtió que la fuga estaba
tras la caldera – previsible – y que nada podía hacer si antes no quitábamos la
caldera. Daría el parte al seguro para que al día siguiente pudiera venir un
técnico habilitado para manipular agua y gas; de momento agua cortada y sin
calefacción, si era de extrema necesidad podíamos darnos una ducha rápida si
previamente abríamos la llave del agua que estaba cerrada, llave que estaba en
los sótanos del edificio en el que vivimos.
Destemplados y malditos – el horror, es el
horror – nos acostamos, me costó quitarme un grueso jersey de lana.
Después de una pesadilla que tenía que ver
con el frío y con unas pastillas que permitían dar calor a cuerpo y alma,
venían a vendérmelas al trabajo, me he levantado a eso de las cuatro, dispuesto
a recuperar el jersey de lana y ver amanecer mientras tonteaba con el ipad.
A las seis de la mañana, con media familia
en marcha, he bajado en pijama al sótano a abrir la llave del agua, a esas
horas no es habitual cruzarse con vecinos. Ducha rápida a media potencia – agua
templadilla, baño destemplado – y paredes de la cocina chorreando. Envuelto en
una minúscula toalla he regresado al sótano para cortar la fuga, minimizando el
desastre. De nuevo la suerte ha estado conmigo y no he tenido que saludar a
ningún vecino, aunque he tenido que subir la escalera a la carrera cuando he
escuchado el ascensor.
Los niños, ejemplares, no sólo no se han
quejado, sino que han desayunado y se han vestido con una diligencia inusitada;
solo un problema, justo hoy ha sido el día en el que más necesidad de ir al
baño han tenido, por lo que mientras me vestía he tenido que bajar al sótano
para abrir y cerrar la llave con el fin de llenar las cisternas del baño. A
medio vestir y en zapatillas he hecho un recorrido al sótano ya rutinario.
Mientras en casa mi mujer se peleaba con las operadoras del seguro y con
contestadores automáticos, al final la posibilidad de que un solo operario pudiera
quitar la caldera y reparar la cañería ha resultado imposible, debíamos
localizar al instalador de la caldera para que realizara esa operación de retirada
y coordinar las agendas de los operarios, tan densas y sobrecargadas como la
del ministro de Economía cuando viaja a Bruselas. En definitiva en el mejor de
los casos las tareas de reparación se iniciarán formalmente el jueves, eso sí,
basta con cortar el agua caliente y no será necesario que pasee desnudo por los
sótanos del edificio ya que la llave habilitante está en casa.
A las siete de la mañana Kurt de nuevo
sobrevolaba nuestra casa suspirando “el horror, es el horror”.
Con el fin de distraerme una vez agotadas
las vidas del Candy Crush he abierto la cuenta de facebook, una amiga había
colgado el video de los premios Grammy, la actuación de Daft Punk, unos mendas
disfrazados de astronautas, con la cara cubierta por un casco blanco sideral,
haciendo música eléctrica. En el arranque de la canción un combo de músicos
soul capitaneados por el mismísimo Steve Wonder, con los dos freakys del punk
escondidos en una cabina. Sorprende ver lo bien que combinaba la música
eléctrica con los arreglos soul – este es el enlace: http://www.youtube.com/watch?v=rgjteE5iJrE
-; el público, desde Ringo Star a Yoko Ono pasando por lo más florido de la música
actual, bailando como descosidos el Get lucky – tener suerte -. El estribillo
de la canción absolutamente viral, tóxico:
We're up all
night till the sun
We're up all night to get some
We're up all night for good fun
We're up all night to get lucky
We're up all
night to get lucky.
(estaremos toda la noche despiertos hasta
que salga el sol, estaremos toda la noche despiertos esperando algo, estaremos
toda la noche despiertos para una buena fiesta, estaremos toda la noche
despiertos para tener suerte). Poco más o menos como yo, salvo que en inglés de
la calle get lucky es tener suerte en el sentido más carnal, ligar; estar
despierto toda la noche para ver si pillo algo.
Así las cosas me he ido a trabajar duchado
y vestido tarareando la cancioncilla – ya la había oído varias veces meses
antes de que la inundaran de premios.
Día complicado, con la logística absolutamente
descabalada – el horror, es el horror -, sin embargo la melodía viral de los
franchutes del Daft Punk gestionada por un combo funky de la américa más
profunda no ha dejado de sonar durante todo el día – voy a pasar la noche en
vela, voy a tener suerte.
Puesto que no está en mi mano que se
arregle de inmediato la avería el objetivo del día era buscar una receta que permitiera
aunar el gusto eléctrico y francés de aquellos dos marcianos con la carga soul
de los acompañantes.
El arranque es un pollo Demidoff, un plato
muy francés preparado en honor de la familia rusa de ese nombre, una estirpe de
comerciantes e industriales de la Rusia presovietica.
El pollo Demidoff es un pollo guisado con
tomate, cebollas, zanahoria, vino blanco, pimienta cayena y caldo de carne, se
sirve con arroz hervido.
El objetivo es convertir el pollo Demidoff
en un pollo cajún al más puro estilo de Nueva Orleans.
Primero elegir el pollo, lo tengo fácil, de
cuatro a cinco de la mañana he estado revisando cuadros de Gustave Caillebotte,
un pintor fundamental del impresionismo francés, poco conocido en España, fue
además mecenas e impulsor de una de las principales colecciones de arte
impresionista. Esta madrugada he revisado más de 200 cuadros de este pintor, he
revisado su biografía y he encontrado una escena de un mercado francés en la
que podré encontrar un buen pollo que guisaré entero.
Para pasar de Demidoff a cajún sustituiré
el vino blanco por bourbon, añadiré un poco de azúcar morena – dos cucharadas
de postre -, un chorrito de vinagre, un trocito de jengibre – 25 gramos –
rallado.
Prepararé el pollo en una cocotte – una cacerola
alta de hierro colado -. Primero pondré una pizca de mantequilla con un chorro
de aceite, dejaré que tome temperatura y doraré el pollo manejándolo con dos
cucharones de madera.
Cuando la piel del pollo haya tomado color
lo retiraré y en esa misma grasa rehogaré un par de ajos – no hace falta
picarlos -, una cebolleta verde, tres zanahorias peladas y picadas, el jengibre
rallado y al final dos tomates pelados y despepitados.
Cuando estén bien rehogados añadiré la copa
de bourbon – sirve también un ron añejo – subiré un poco el fuego para que
evapore bien el alcohol, removiendo con cuidado. El azúcar y el alcohol
mezclados con el sofrito convierten la salsa en una especie de jalea a la que
añadiré un chorrito de vinagre – si puede ser de manzana, sin pasarse en la
cantidad -, también un chorrito de soja. Recupero el pollo y cubro la cocotte
de caldo de carne hasta que el pollo quede anegado.
El pollo puede terminarse de cocer al
fuego, pero creo que al horno, con la tapa de la cocotte bien cerrada, puede
quedar mejor – horno precalentado a 200º -, si el pollo no es muy grande
bastarán 40 minutos.
Antes de servir se vuelve a retirar el
pollo y se pasa la salsa por un colador chino, o por una batidora. Se vuelve a
colocar el pollo sobre la salsa y se lleva a la mesa junto con una bandeja de
arroz blanco.
Para el que no conozca a los Daft Punk
acompaño una foto para que vean que no exagero nada.
Mientras reposa el pollo me tomo una copa
de vino que me ayude a conciliar un poco mejor el sueño, espero no tener que
pasar otra noche en vela, espero tener suerte (Get lucky).
Lamento la fatalidad. Espero que pronto os solucionen el escape. Con este fresquito solo faltan excursiones con poca ropa por las escaleras. Aunque peor podría ser ańadir un resbalón. La receta me encanta. Sencilla y sabrosa, y en cazuela de hierro colado. Mi pasión son esas cazuelas. Las tienen a buen precio en Vendome. Gracias por la historia. Rm
ResponderEliminarMenudo estropicio y vaya odisea, además del trabajo que supone recoger agua, da agobio la situación y sobre todo con niños, no se como te han quedado ganas de mostrarnos ese rico plato de pollo. Aquí el agua va por fuera, toda la noche lloviendo hasta las 8 y pico de la mañana, pero mi única ilusión es que ya queda un día menos para el verano pues tenemos bastante frío. Jubi
ResponderEliminarLamentando la calamidad y deseando su pronta solución, no he podido menos que troncharme varias veces. Lo de llevarlo con humor no privará del frío, pero caldea el ánimo. El pollo es muy sugerente, si a las raciones de adultos le añades alguna guindilla fresca, rocotos o similares, ya no necesitáis calefacción. De Caillebotte es uno de mis cuadros favoritos del Orsay: http://www.musee-orsay.fr/index.php?id=851&L=0&tx_commentaire_pi1%5BshowUid%5D=7073 A ver si el jueves está todo arreglado
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