Los domingos matan más hombres que las
bombas, era el título de un espectáculo teatral estrenado hace casi veinte
años, es un ejemplo claro de lo importante que es elegir un buen título.
Es complicado establecer el modo de
relacionarse con los domingos, salvo que se tenga la suerte de vivir en un
domingo permanente. Sigmund Freud describía un síndrome, que sufrió en sus
carnes, conforma al cual los fines de semana la gente que suele tener mucha
actividad y tensiones durante la semana suele sufrir duras jaquecas durante el
fin de semana. En mi caso durante algunas épocas el fin de semana solía
invadirme un cansancio tremebundo que me impedía hacer casi nada útil. Supongo
no dejan de ser reacciones a las tensiones que uno sufre durante la semana. Tal
vez el objetivo sea vivir siempre en domingo.
Los domingos, sobre todo los domingos por
la tarde, suelen servir para revisar, sobre todo lo que uno ha dejado de hacer
tanto durante el fin de semana como durante la semana; también es buen momento
para definir todo lo que va a quedar sin hacer durante la semana entrante.
Corremos el riesgo de convertir la vida en
un sinfín de tareas pendientes, de esbozos y trabajos inacabados. Esta
reflexión no tiene porqué ser intrínsecamente mala, lo de tener cosas por hacer
es un motor importante.
Estos días he revisado catálogos virtuales
de distintas galerías de arte y me he reencontrado con un pintor – Avigdor Arikha
– un pintor rumano formado en Francia que vivió desde 1929 hasta 2010, sus
cuadros se ven con cierta facilidad en la página web de la Galería Marlborough
(http://www.marlboroughfineart.com/) -, son más interesantes sus bocetos que
sus cuadros acabados, o puede que todos sus cuadros parezcan bocetos.
Mientras en casa ven Mary Poppings – la crisis
ha permitido a las televisiones poner sin mucho rubor películas añejas – reviso
todas las tareas pendientes que probablemente no llegue a terminar.
Antes de ponerme a escribir, casi como un
desengrasante, he dejado preparadas ocho copas con mousse de chocolate,
seguramente en este blog haya otras entradas dedicadas a la mousse de chocolate
– el chocolate es una de las maravillas de la naturaleza -, es de esas recetas
sobre las que me apetecería escribir casi todos los días.
Recetas automatizadas que a veces no
terminan de salir bien porque estoy tan confiando de mis recursos y memorias que
puedo equivocar un ingrediente o una fase, frustrando con ello el proceso de
cuajado de la mousse.
Para hacer la mousse de esta tarde he
puesto a calentar en una cazuela 250 miligramos de nata para cocinar sin
lactosa con una vaina de vainilla, no hay que dejar que hierva la nata para que
no se corte, sólo emulsionarse como si fuera una infusión.
Mientras la nata reposaba con la vainilla
he buscado un bol de loza. Tres huevos hermosos, se separan las yemas de las
claras y se reservan las claras. Las tres yemas en el bol y cinco o seis
cucharadas soperas de azúcar. Toca batirlas con poder y paciencia hasta que
incrementen su volumen 4 veces y queden pálidas.
Cuando las yemas estén bien amalgamadas con
el azúcar y un punto espumosas se añade la nata – previamente hay que retirar
la vaina de vainilla -. Se mezcla todo bien.
En un vaso de los de batidora troceo una
tableta de chocolate – chocolate lind al 52% de cacao, a los niños no les gusta
muy amargo -, 75 gramos de mantequilla y 30 segundos en el microondas a máxima
potencia. Se saca el vaso, se remueve un poco y se programan 30 segundos más.
No conviene mucho más tiempo de microondas porque el chocolate puede quemarse.
He removido un poco más el vaso y he terminado de fundir el chocolate
aprovechando el calor que todavía conservaba.
Antes de que se enfríe el chocolate lo he
mezclado con las yemas y la nata, removiendo con cuidado hasta que quede una
crema muy ligera. Se deja reposar.
Mientras reposa se levantan las tres claras
a punto de nieve con una pizca de sal y unas gotas de limón. Cuando estén bien
montadas se incorporan al bol con la crema de chocolate teniendo mucho cuidado,
para que las claras no se bajen.
Una vez se han mezclado reparto la mousse
en varios vasos – 9 en total -, los cubro con papel film y a reposar durante
varias horas en la nevera.
Es una incógnita saber si cuajara el mousse
y mañana podré desayunarme uno de los vasitos; mañana a las seis de la mañana
seguro que tengo razones para glosar las maldades del lunes al amanecer.
No dudo que esa mousse de chocolate que nos presentas esté estupenda, pero por desgracia con los años cada vez soy menos golosa, los caramelos no los pruebo hace años y estas Navidades creo he tomado alguna figurita de mazapán y si me regalan bombones enseguida encuentro a uno que le encantan. Bucearé en la obra del pintor que nos presentas pues parece interesante. Jubi
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