Durante años viví enganchado a los
bizcochos de la marca Tia Mildred, había de distintos tipos – recuerdo incluso
uno de kiwi – pero era el llamado marmolado el que consumía con más fruición;
cuando se agotaba el marmolado el de chocolate con cobertura de chocolate
estaba bastante bien y, como último remedio, el de mantequilla apagaba el
síndrome de abstinencia.
Con el éxito de esos bizcochos no tardaron
en salir imitadores y los supermercados se llenaron de distintos bizcochos
industriales de tamaño similar; de repente un día desaparecieron de las
estanterías durante unos meses y, cuando regresó tímidamente el Tia Mildred
nada fue igual, su presencia fue mucho menor, era difícil encontrarlo.
Corrieron todo tipo de bulos, desde
problemas con la marca hasta uso de sustancias poco recomendables en su
elaboración. Seguramente ninguna de estas leyendas fuera cierta pero hoy por
hoy es complicado encontrar bizcochos de la Tía Mildred y el marmolado es una
pieza casi imposible de localizar – yo sólo los he visto ocasionalmente en el
supermercado de El Corte Inglés.
Al final me desenganché de los bizcochos de
la Tía Mildred pero he de reconocer que siempre que entro en un supermercado
suelo dar un vistazo por la zona de la bollería industrial en busca del mítico
marmolado de chocolate.
Son malos tiempos para la bollería
industrial y hace años que pese a localizarlos no suelo comprar este tipo de bizcochos,
sin embargo la posibilidad de contar con la receta de estos plumcakes había
conseguido llegar al estado de recetas soñadas.
Las recetas soñadas, como todo lo soñado,
tienen la virtud de idealizar todos y cada uno de sus elementos, su presencia y
el recuerdo que dejan, un recuerdo que se instala en la mente, no en las
papilas gustativas, porque las recetas soñadas se instalan en la memoria, no en
el estómago.
Hay pinturas que tienen esa capacidad de
ensoñación, consiguiendo imágenes que parecen reales pero que en realidad son
fruto de un sueño – la Venecia de Canaletto sería un ejemplo claro -. Esa
capacidad de ensoñación es tan intensa que ciudades como Venecia han decidido
terminar por parecerse a la imagen que de ellas tenemos gracias a Canaletto y a
sus seguidores.
Con París pasa lo mismo, la imagen que tengo
de la ciudad se debe más a los cuadros de la ciudad que a las veces que he viajado
allí. Si uno no puede viajar a París puede que darse un paseo por los cuadros
de Maximilian Luce le sirva como consuelo.
La digresión entre los Tía Mildred y los
paisajes de París tiene mucho que ver con la capacidad de ensoñación. Todo
viene a cuento de uno de los regalos de navidad, el libro de las recetas de la
felicidad – había entrado varias veces en el blog, incluso había utilizado
algunas recetas -, llevaba varias semanas tras el libro. Las recetas son sencillas
y muy pintonas. En la página 42 del libro estaba la foto del bizcocho marmolado
y el truco sencillo: Se hace un primer bizcocho de chocolate, se corta a
rodajas anchas, con ayuda de un molde de galletas se van recortando la figura
elegida reconstruyendo el primer bizcocho, se congela durante unas horas.
Se prepara la segunda masa de bizcocho –
normal de mantequilla, sin chocolate -, se saca el primer bizcocho del
congelador, se coloca en el molde y sobre el primer bizcocho con la forma del
molde se coloca la masa del segundo, horneándolo de nuevo.
Sobre la receta del libro he hecho alguna
modificación, reducir la mantequilla de 250 gramos a 200, he cambiado el cacao
puro por colacao en polvo – en casa los niños se cansan enseguida del cacao
puro -. Para el primer bizcocho mezclé
los ingredientes a mano, para el segundo preferí mezclarlos en el thermomix; el
primer bizcocho quedó más compacto, el segundo más esponjoso.
Los dos bizcochos tienen la misma base 200
gramos de mantequilla en pomada – blandita, dejarla todo el día fuera de la
nevera o 45 segundos en el microondas -; 200 gramos de azúcar, 250 gramos de harina, cuatro huevos, una
pizca de sal y una bolsita de levadura en polvo royal. Para el de chocolate 80
gramos de colacao en polvo, para el de mantequilla la ralladura de la piel de
un limón.
Para el bizcocho en thermomix se pone a 40
grados, velocidad 3, primero la mantequilla, después el azúcar – 3 minutos -,
una vez mezclados se incorporan los huevos uno a uno, a medida que vayan
ligando con la masa. Tras el cuarto huevo la harina – velocidad 3 -, la pizca
de sal, la levadura y el chocolate o la ralladura de limón.
El bizcocho necesita 45 minutos de horno precalentado
a 180º, luego ha de reposar 15 minutos antes de desmoldarlo. El molde de los
metálicos de plumcake de los de medio litro, previamente engrasado con
mantequilla y enharinado.
El resultado del marmolado de casa tenía
la pinta que he colgado en face book.
Rico y trabajado bizcocho, siento no poder verlo ya que no tengo ni face-book nin ninguna otra red social (no me gustan), lo leía a primera hora de la mañana esperando al desayuno y me he tenido que conformar con unas galletas. El cuadro, precioso. Jubi
ResponderEliminarHola Diletante, he buscado en el Facebook pero no puedo encontrar tu blog allí. Se llama igual? Ya me orientarás.
ResponderEliminarPor cierto, este bizcocho marmolado me parece un poco entretenido, seguro que no hay otro sistema?
Mari Carmen