sábado, 27 de septiembre de 2014

CAP.CCCXLV.- La reivindicación/demonización de Cati Tafal.


Terminé hace unos días el ciclo veraniego de Cati “Tafal”, después de pasar varias semanas enfrascado en esa pequeña ficción cuesta un poco tomar de nuevo el pulso a las tareas del diletante.

Revisando alguno de los capítulos he confirmado la peor de mis sospechas, el relato al final tiene muy poco que ver con lo que había programado en un principio. En realidad Cati Alomar era un “no personaje”, una excusa narrativa para contar cómo era el verano de dos familias que tenían poco que ver, sin embargo desde la primera de las jornadas Cati fue canibalizando la historia hasta el punto de convertir a los llamados a ser protagonistas en personajes secundarios.

Cuando digo que Cati era un “no personaje” lo digo con conocimiento de causa, apenas tenía perfiles propios, se trata de que funcionara como un contrapunto narrativo, un narrador un tanto cínico que fuera capaz de relatar las pequeñas miserias del veraneo; de hecho el referente de Cati era el Falstaff de Shakespeare, cada uno de los capítulos se inician con una cita de Falstaff sacada de la obra Eduardo IV.

Cati fue vampirizando a cada uno de los personajes y se hizo la dueña y señora de la pequeña novelilla gastronómica, puede que tenga que realizar algún conjuro para sacármela de encima.

A modo de exorcismo y con el fin de recuperar al diletante me propongo cocinar una pasta sarda, porque Cerdeña ha sido mi verdadero destino estas vacaciones – Cerdeña, la costa granadina y una escapada a Formentera, donde recuperé 10 años después las sensaciones que me sirvieron el año pasado para escribir sobre el California (pero esa es otra historia que está en proceso de maduración).

La pasta sarda la probamos el último día – el 30 de agosto – en un restaurante destartalado de Valledoria, unos penne cotto con calamares y gambas. Sobre la receta que probé en Italia he introducido algunos ajustes.

La receta arranca poniendo al horno dos berenjenas, horno suave, se abren por la mitad, se salpimentan y marcan con un cuchillo, se les pone un chorrito de aceite y para dentro.

Mientras se asan las berenjenas se coge una olla grande, fuego suave, otro chorrito de aceite y dos dientes de ajo pelados.

Se pelan y pican tres cebollas medianas y dos zanahorias, se añaden al sofrito. Un poco de sal para que la verdura sude bien. Cuando la cebolla esté atontada se incorporan al guiso tres tomates pelados y despepitados, cortados en daditos; se pueden utilizar tomates de ensalada ya que una de las gracias del guiso es que se noten los trocitos de tomate. En ese momento yo le eché abundante orégano.

Compré los calamares de potera, son un poco más caro pero por lo menos saben a algo. Limpios y cortados en rodajas fueron directamente a la cazuela. Tras los calamares fueron al guiso 350 gramos de gambas rojas, en Cerdeña el plato lo sirvieron con las gambas sin pelar, lo que es un poco incordioso ya que el plato se sirve lleno de los molestos bigotes y los restos de cáscaras de las gambas, yo he preferido pasar primero las gambas por una sartén con un chorro de aceite, hechas ligeramente las gambas (conviene que queden un pelín crudas para luego terminarse de hacer en el guiso), las pelé con cuidado y aproveché los jugos de la cabeza y las peladuras pasándolas por un colador chino, así soltaron todo el sabor, que se incorporó a la cocción.

Durante todo el proceso del sofrito se habían asado las berenjenas, escaldándome los dedos vacié la carne de las berenjenas sobre el sofrito, las berenjenas habían quedado muy melosas y enseguida se disolvieron entre la cebolla, el tomate y la zanahoria.

Tenía ya en la cazuela todas las verduras, los calamares y las gambas; como se estaban cociendo a fuego muy suave habían sudado mucho, tenía salsa suficiente, aún y así le eché una copa colmada de vino blanco – tenía a mano una manzanilla de jerez pero cualquier blanco seco le va bien -, también un vaso de agua, subí un poco el fuego para que rompiera a hervir, cuando estaba hirviendo todo eché un paquete de medio quilo de pasta, penne, unos macarrones un poco más pequeños de los que consumimos en España habitualmente.

Removí un poco el guiso con una cuchara de palo para que la pasta se integrara bien en aquella melange. Calculé 9 minutos, lo que tardaba en hacerse la pasta, removiendo de vez en cuando.

Cuando la pasta estaba al dente rectifiqué de sal y de pimienta, añadí un poco más de orégano y volqué en un gran bol el contenido de la cazuela. Humeando llegó a la mesa.

Respecto de la receta originaria tres alteraciones: las gambas las puse peladas en vez de enteras, además compré unas gambas un pelín más grandes que las que nos sirvieron en la isla; sustituí el vino blanco por manzanilla y no le puse cayena, el plato original tenía un punto picante.

De primer plato una ensalada y de postre una panacotta.

El cuadro un bodegón de Cezanne – hay que volver a los orígenes -, una naturaleza muerta gobernada por tres berenjenas.

2 comentarios:

  1. Si que han sido buenas vacaciones y además haber sacado un rato para entretenernos con "Cati Alomar", Esa pasta con gambas y calamar tiene que estar riquísima y el bodegón de Cezanne maravilloso, los impresionistas me encantan. Jubi

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  2. Maravillosa receta. Sencilla y contundente. Habrá que probarla. La historia de Cati canibalizada o no es genial. Este verano pasé por Manacor y junto a la carrera encontré un restaurante llamado Can Tafal. No puedo dar opinión pues estaba cerrado. Gracias por tus relatos. RM

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