viernes, 10 de abril de 2020

Capítulo DXXV,- Diez jornadas (3.10) ¿Cómo devolver al diablo al infierno?

¿Cómo meter al diablo en el infierno? Ese es el dilema moral que plantea Boccaccio en su décimo relato de la tercera jornada, poco más puedo contar, sólo decir que en un momento la protagonista asegura que «en verdad no recuerdo que nunca cosa alguna hiciera yo que tanto deleite y placer me diese como es el meter al diablo en el infierno». Quien quiera profundizar en los dilemas de la joven Alibech y Rústico, el asceta, sólo tiene que pinchar en este link (https://ciudadseva.com/texto/el-decameron-03-10/), no es largo y es muy divertido.
No me atrevo a desentrañar el modo en el que pueda entrar o salir el diablo del infierno.
Estos días no sólo leo a Boccaccio, he traído tres o cuatro libros más que voy leyendo desordenadamente. Aprovechando la mañana soleada he cogido la poesía completa de Luís García Montero, un libro que compré hace un año y que intento llevar a todas partes, aunque es un poco grueso. He releído el poema «Hay aviones que despegan desde ningún lugar y que aterrizan en ninguna parte», he visto que alguien lo ha colgado en la red (https://pid92.blogspot.com/2018/10/hay-aviones-que-despegan-desde-ningun.html?m=0). Me ha gustado más que la primera vez que lo leí.
Siempre me han gustado los aeropuertos y las estaciones de tren, ha habido años que he hecho 150 desplazamientos y he aprovechado los tiempos muertos para leer, trabajar, estudiar, escribir y dormitar. Seguramente los espacios impersonales de las salas de espera de estaciones y aeropuertos sean un sitio más propenso para los diletantes que las cocinas.
Sigo con las recetas básicas de la marquesa. Hoy me toca la mermelada de melocotones (sirve también para albaricoques). Quedan todavía unas semanas para la temporada de melocotones, al paso que vamos, nos pillará confinados.
Para esta mermelada se necesita un kilo de melocotones (abrideros y bien maduros nos dice la divina marquesa). Se pelan y deshuesan.
Se extienden en un caldero, poniendo un poco de azúcar por abajo, otra de melocotones y un poco más de azúcar encima (en función del tamaño del caldero pueden ponerse varias capas).
La marquesa asegura que cuecen rápido. Hay que poner la cacerola a fuego vivo al principio y, cuando el melocotón empieza a deshacerse, se baja el fuego y se va removiendo con un cucharón de madera, para que no se pegue y se requeme.
Esta receta no necesita agua porque el melocotón lleva ya mucha. La marquesa no utiliza limón, yo, sin embargo, recomiendo poner el zumo de medio limón, con su pulpa. El limón evita la oxidación de la fruta y conserva mejor.
Hay que remover hasta que se deshaga por completo. Se nota que la mermelada está hecha porque el melocotón se hace hebras anaranjadas.
Se retira la cacerola del fuego y, sin dejar de mover, se espera unos minutos para que se temple, antes de pasarla a los botes de cristal.
Receta sencilla, de las de toda la vida.

Hopper nos indica que es posible quedar confinado en un coche.
Jo In Wyoming, 1946 - Edward Hopper

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