Apuro
las últimas horas del domingo mientras se termina de cocinar un conejo con
mostaza. Ha sido una semana intensa en todo, también en los fogones, y cuando
me relajo en el sofá me siento como uno de los modelos de Botero, de ahí que
haya elegido un bodegón de este pintor colombiano.
El
viernes pasé por Bilbao y allí volví a tomar una torrija gloriosa en el
restaurante del hotel Jardines. Tuve una hora libre en la que utilicé para
comprar chuleta en Casa Rufo, me la envasaron al vacío y hoy me he dado ya el
primer festín preparando un par de chuletas (800 gramos y un kilo) al carbón.
El
miércoles preparé un bizcocho y empecé a organizar la cena que ayer sábado.
Puede
parecer un caos, seguramente lo sea, pero lo cierto es que al final he salvado
los muebles aunque ahora tenga la sensación de haberme comido un buey a trozos
a lo largo de la semana.
Los
invitados de ayer llegaron, como en la antigüedad, con unos botecitos con sal.
La sal fue durante años moneda de cambio, antes de que llegara el oro o el
papel moneda.
Eran
sales aliñadas con especias y frutas secas, especiales para carnes, para
ensaladas de tomate, incluso una sal aderezada con naranja.
Ayer
tiré de recetario ya ensayado, no estaba la semana para experimentos. Hicimos
el aperitivo con un tzaziki (pasta de yogur, menta ajo y pepino), unas barquetas
de pasta brisa con pisto y unos cortes de helado de paté – así terminó el paté
que probé en la entrada anterior, una vez cuajó el fiambre y reposó durante dos
días en la nevera, puse una porción de paté entre galletas saladas -.
Fuimos
a la mesa para tomar unos limones rellenos de albahaca, tomate cherry, anchoa y
mozzarella. Después un trifásico con puré de guisantes, puré de patata, cebolla
frita y un huevo pochado. La traca final vino con unos flanes de pies de cerdo,
gambas, pistacho y pimiento sobre una cama de rúcula – con granadas y
caparrones -, y una ventresca de atún.
El
sábado a las ocho y media de la mañana estaba en el mercado, pendiente de las
pescaderas, la ventresca vuela a primera hora de la mañana y conviene estar el
primero de la cola. Me cortaron en tacos gruesos la ventresca, sin espinas y
con piel, bastó con pasarlos unos segundos por la plancha, lo justo para que
perdieran el color, con una pizca de sal gorda.
Para
acompañar la ventresca pasé 4 minutos por la vaporera 300 gramos de tirabeques,
que quedaron crujientes. Y una mancha de puré de calabaza hecho con una
cebolla, 150 gramos de mantequilla, un chorrito de aceite de oliva, dos
zanahorias, pimienta negra, comino y cúrcuma – por descontado 350 gramos de
calabaza dulce -. Pasé todo por el termomix, 25 minutos a 100 grados para que
quede cremoso y denso, un adorno mínimo ya que la ventresca era por sí sola
espectacular.
De postre quesos - uno trufado que me ha hecho soñar -, bombones y malvasía de Sitges.
Termino
la semana con el síndrome de las musas de Botero, aunque todo lo cocinado
pudiera formar un bodegón apetecible.
Mañana escribiré màs. Ahora voy a buscar en Google lo que significa "tirabeque".
ResponderEliminarLSC
En Huesca conocí la palabra tirabeque, son una especie de guisantes pero más plana la vaina, pero no perdamos el tiempo en eso, a lo que vamos: MENUDO FESTIN, los chuletones, la ventresca, en fin son las 8 y cuarto de la mañana y ya tengo los jugos en acción, además aún no me han traído el desayuno y a las 7 ya estaba despierta, así que hoy toca buena siesta, pero mi menú, nada tiene que ver con el del diletante, hoy judías verdes con tomate, tortilla de patata con ensalada y postre. El bodegón de Botero me encanta, no se quién tiene mis álbunes con tarjetas de pintores, puede que naufragaran en mi mudanza.Jubi
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