viernes, 20 de marzo de 2020

Capítulo DIV.- Diez Jornadas (1.9.) Hay quien dice que resulta que éramos felices.

El noveno relato del Decamerón es un ejemplo de psicología inversa. No es un relato muy complicado, al contrario, creo que es la novelilla más breve de todo el Decamerón. Una dama de la Gascuña que regresa de peregrinar a Tierra Santa y es violada en la isla de Chipre, pide audiencia al rey de la isla, por lo visto un pusilánime, a quien en vez de exigirle dureza con los agresores, le pide que le explique cómo puede gestionar los agravios que permanentemente recibe.
         «Señor, no vengo a tu presencia porque espere venganza de la injuria que me ha sido hecha; sino que en satisfacción de ella te ruego que me enseñes cómo sufres las que entiendo te son hechas, para que, aprendiendo de ti, pueda soportar la mía pacientemente, la cual, sábelo Dios de buena gana te daría puesto que eres tan buen portador de ellas».
         Y, a raíz de la terapia de psicología inversa:
         «El rey, que hasta entonces había sido lento y perezoso, como si se despertase de un sueño, empezando por la injuria hecha a aquella señora, que vengó duramente, se hizo severísimo de allí en adelante persecutor de cualquiera que cometiese alguna cosa contra el honor de su corona».
         Superamos ya la primera semana de confinamiento, en casa la empezamos el jueves, cuando los niños salieron del colegio, ya anunciaban que el viernes no habría clase y que, de inmediato, tendríamos que aislarnos.
         Estos días todos hemos escuchado mucha radio, muchas noticias de televisión, muchas opiniones más o menos cualificadas, muchos futurólogos, bastantes agoreros y comentaristas de todo pelaje.
         No creo que sea tiempo para ponerse demasiado trascendente, si algo demuestras estos días es que no quedan verdades absolutas y quien suba mucho a las alturas corre el riesgo de hacer el ridículo más espantoso. Como el sesudo que aseguraba hace unas horas que resultaba que éramos felices. El tipo se ha quedado más ancho que largo. Espero recuperar el nombre de este bienpensante para seguirle por los siglos de los siglos.
         Por eso yo sigo con mi severo régimen de postres siguiendo a la divina marquesa, tan importante como el divino marqués.
         Hoy me he animado con las magdalenas Tere (sigo recordando que no hago repostería todos los días, lo que estoy es recopilando y reseñando recetas para poder ir haciendo a lo largo de los próximos meses).
         Las magdalenas Tere son unas magdalenas con frutas confitadas, aunque la base de la receta sirve para hacer cualquier tipo de magdalena.
         Se necesitan 500 gramos de harina de repostería (harina fina, destaca la marquesa), 50 gramos de azúcar molido, 500 gramos de mantequilla, 6 yemas de huevo y 6 huevos enteros, más una cucharadita de levadura Royal y azúcar glass para adornas, más las frutas confitadas para adornar (pueden usarse pasas, naranja confitada, incluso pepitas de chocolate), la fruta tiene que picarse muy fina.
Hay que poner en un bol (en un lebrillo según la terminología de la Parabere) la mantequilla a punto de pomada, hay que batirla para que termine de deshacerse y empiece a formar espumilla.
Cuando la mantequilla está espumosa se añade el azúcar y se sigue batiendo hasta que se integre bien y quede una crema sedosa.
Incluso la marquesa propone utilizar una batidora. Hay que ir incorporando al batido una yema y un huevo entero por vez, hasta que se integren todos los huevos con la mantequilla.
Se tamiza la harina, mezclada con la cucharita de levadura, y se integra bien, ha de quedar una masa muy esponjosa, hay que batirlo mucho para que entre mucho aire (si se utiliza el thermomix hay que usar las aspas de mariposa). Por último se añade la fruta confitada. Hay que dejar reposar la masa una hora a temperatura ambiente para que la levadura empiece a hacer sus efectos.
Se añaden pequeñas porciones de masa en los moldes (de silicona o de papel), conviene no llenarlos hasta arriba.
Se introducen en el horno, a 180º precalentado, y se dejan 12 ó 13 minutos, lo justo para que se levante la magdalena. Si se añade una cucharadita de azúcar sobre la masa antes de meterla en el horno, queda la costrita de caramelo.
Si se prefiere utilizar chocolate, en pepitas, se colocan sobre las magdalenas cuando lleven 8 minutos de cocción.
Se dejan atemperar y directas a la mesa para mojarlas en leche.

Hopper y sus mujeres, está espera sola en la platea de un pequeño teatro.
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