PAMPLINAS.- Las pamplinas son unas plantas
de la familia de las amapolas que dan unas florecillas pequeñas, pálidas y
frágiles, insignificantes. No sé en qué momento a alguien se le ocurrió
utilizar la metáfora de las pamplinas para referirse a las boberías, a las
naderías, a las cosas menores.
Yo a la pamplina le había dado siempre un
tono peyorativo y había pensado que un pamplinas es alguien que le da demasiada
importancia a las pequeñeces, sin embargo un pamplinas es un simple, sin mucho
más.
Ahora voy en el AVE, de regreso a Barcelona.
Parecerá una pamplinez pero me he equivocado de tren, nada grave, en vez de
regresar en el de las ocho, que me dejaba en casa a las diez y media, resulta
que he de viajar en el de las ocho y media, que para en todas las estaciones y
que no me devuelve a casa hasta pasadas las once y media de la noche. Pamplinas
de quien viaja más de la cuenta.
Ya me han dado de cenar y estoy tomándome
un gin tonic,
En casa llevamos unos días bloqueados en
esto de la cocina, un problema serio ya que el sábado hemos invitado a cenar a
unos amigos y no podemos fallar. El plural no es mayestático porque mi mujer me
manda por wassap ideas para la cena. Tiene delito que con casi 300 recetas en
el blog y casi doscientos libros de cocina en casa no seamos capaces de construir
un menú apetecible y sorprendente. Puede que seamos unos pamplinas.
El AVE para en Zaragoza, todavía quedan dos
horas para llegar a destino. Escucho en la radio una versión del Dance to the
end of Love de Leonard Cohen cantada por un grupo que se llama The Civils Wars,
les falta la solemne voz de Cohen, qué le vamos a hacer, pero le dan un toque
moderno al tema que tiene su encanto - http://www.youtube.com/watch?v=kT_WeLHoq4M
-, luego puede que busque una versión de Hungry Hearth que canta Bruce
Springsteen con los Munford and Sons.
Mientras me llega la inspiración para el
menú del sábado por la noche reviso algunas pamplinas de la semana.
Ayer freí patatas para que cenaran los
niños, como luego venía mi hija con su novio – una experiencia que, por sí sola
merecería un blog entero – revisé viejas notas de cocina para ver como se
freían de verdad las patatas. Es curioso cómo nos acostumbramos a cocinar de
una manera y no nos paramos a pensar. Puede que intentar decodificar cómo deben
freírse correctamente las patatas sea una pamplinez.
Suena Bruce con los Munford, una descarga
de optimismo, yo la verdad es que hubiera querido ser Bruce Springsteen,
todavía estoy a tiempo - http://www.youtube.com/watch?v=LNsrRseQG80
– Todo el mundo tiene un corazón hambriento.
Vuelvo a las patatas, resulta que llevo
años anatemizando lo de las patatas congeladas, a mi juicio es uno de los
signos inequívocos de la decadencia de occidente, y resulta que congelar las patatas
ayuda a que queden más crujientes. “Cosas veredes Sancho”.
Los freidores de patatas ortodoxos, los que
consiguen la patata frita soñada, resulta que eligen patatas viejas, las pelan
y hierven durante 10 minutos con un chorrito de vinagre, para eliminar el
almidón. Luego las dejan secar y las cortan – ahora los Munford cantando I’m on
Fire, la canción que Bruce compuso para cantársela a Elvis, era un adolescente
e incluso salto la valla de Grace Land para cantársela al Rey - http://www.youtube.com/watch?v=h3_ZCAut62k
-. Habla de trenes desbocados que circulan por la cabeza.
Lo dicho se hierven las patatas, se ponen a
secar y se cortan en tiras largas. Luego se calienta aceite, abundante, en una
sartén. Ha de llegar a los 180º el aceite, ni más ni menos, incluso un poco más
ya que cuando se añaden las patatas, por tandas cortas, baja la temperatura. Se
fríen en tandas cortas durante dos/tres minutos, meneando la sartén para que no
se apelmacen.
Se retiran y se dejan escurrir y enfriar
durante unos minutos, aquí viene cuando los científicos aconsejan congelar la
patata, el hervor les quita el almidón, el vinagre evita que pierdan azúcares.
Al congelarse no sé que diantres pasa con los elementos químicos de la patata
que consigue que, cuando se vuelven a someter al calor del aceite hirviendo –
170º/190º esta vez -, luego queden extracrujientes.
Sigo con pamplinas, buscando cuadros hace
unos días encontré un bodegón de Luis Menéndez, uno de los grandes del Siglo
XVIII español, un mal siglo para nuestra pintura, qué le vamos a hacer. Un buen
pintor de un mal siglo luce menos que un mal pintor de un siglo de moda.
Siempre me ha gustado un bodegón de
Menéndez en el que aparece una tajada de Salmón. Hace años el salmón era un plato
de lujo, solo aparecía en las grandes ocasiones, hoy están de oferta en los
mercados.
Me gusta el salmón pero me canso enseguida.
En otras ocasiones he colgado alguna receta de salmón, creo que una con cebolla
y mostaza. Cuando era joven recuerdo un restaurante de Madrid que se puso de
moda por prepararlo con uvas.
Yo no estoy para pamplinas. Llevo dándole
vueltas a una receta con salmón, en dados, pasado un minuto escaso por la
plancha; dados pequeños, tostados por fuera y cruditos por dentro.
Para combinarlos y que no cansen los
organizaré con un cus-cus frio, como si fuera tabulé. Me explico, cuezo el
cus-cus y lo dejo enfriar con un chorrito de aceite, sal, pimienta y comino en
polvo.
Enfriado el salmón lo incorporo a la pasta,
pico un poco de eneldo, puede que también un poco de cilantro, un mango pelado
y cortado en daditos, cebolleta también, quizá mejor cebolla morada, por aquello
del contraste entre el rosado del salón, el naranja del mango, el verde del
cilantro, el toque verde del eneldo y el morado de la cebolla.
Llego a Lérida absorto en mis pamplinas.
Cuelgo el cuadro y reviso los correos.
La palabra pamplinas la oía en mi niñez muchas veces y cuando me enteré que así llamaban a Buster Keaton, la tuve más respeto. No me extraña que tengas despistes horarios con los trenes, acostúmbrate a llevar un "planin" del día, yo aunque te rías llevo una agenda con toda minuciosidad pues nunca había tenido tanta actividad callejera y con horarios. El bodegón me ha encantado y el tabulé de salmón también. Jubi
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