martes, 18 de octubre de 2011

CAP.LXXIII.-Huyendo de la funcionalidad.

Hoy podría ventilar rápidamente la entrada si me diera por ser funcional ya que hoy trato de recoger una receta de una torta de frutas que quiero hacer con mi hijo pequeño esta semana. Hay por la red cientos de recetas de este pastel de frutas y otros tantos espacios virtuales en los que indican las medidas de seguridad que hay que adoptar cuando se cocina ayudado por niños.
No es que para este blog me haya marcado objetivos fijos, como indico en la presentación se trata de una tarea desordenada y poco rigurosa, de ahí que el término "funcional" no esté entre mis preferidos a la hora de meterme en la cocina o comenzar a escribir.
Supongo que habrá gente a la que le incomode tener niños rondando por la cocina mientras guisotea, y qué decir cuando los niños se empeñan en ayudar en estas tareas. A mí la verdad es que normalmente me gusta que me vean cocinar, incluso que se animen a coger un taburete, pedir un mandil e intentar pelar una pera con un cuchillo de plástico.
En el colegio de los niños este mes de octubre lo dedican al entorno de la cocina en la casa, los más pequeños aprenden los utensilios de la cocina, algunas nociones básicas sobre alimentos y las medidas de seguridad básicas. El año pasado preparamos entre todos una pizza con la masa de las empanadillas y las fotografías estuvieron colgadas en el tablón varias semanas.
Este año con el más pequeño he pensado en preparar un bizcocho con peras, aunque me cuesta mucho reducir la entrada a una simple receta de bizcocho cuando de lo que se trata es de preparar un clafoutís. El clafoutís es un bizcocho de origen occitano cuyas primeras recetas datan de la Edad Media, popularizada en el siglo XIX. Seguramente habrá quien considere que la palabra "clafoutis" suena muy cursi, no lo niego, aunque resulta duro pensar que esa terminología desaparecerá y dejará de haber financieres, clafoutis, babars y que todo se reduzca a bollos y bizcochos, pasteles en el mejor de los casos.
Clafoutis es una palabra de origen occitano vinculada al verbo "clafir", rellenar, es, en definitiva, una pasta brisa rellena con una crema con trocitos de fruta que cuaja gracias al huevo.
Con mi hijo empezaré por el final ya que pasaré por un molinillo 150 gramos de azucar hasta dejarlo grass, el azucar me servirá para adornar el pastel una vez salga del horno y se atempere. Cuando se muele azucar se levanta un polvillo  dulzón que impregna todo y que inevitablemente te obliga a chuparte los dedos.
Costará convencer al pequeño - tiene dos años y diez meses - de que el azucar hay que reservarlo en un bol, tendré que vigilarle de cerca para que no meta sus dedazos en el polvo dulce.
En una ensaladera de cristal le haré cascar seis huevos hermosos, les vuelve loco lo de cascar huevos ya que para ellos todo lo que sea romper es un tabú a superar. Hay que conseguir que la ensaladera sea grande para que no se desparramen las yemas y las claras, estar pendiente de que las cáscaras no caigan en el recipiente. Luego armados de paciencia antes de añadir otro incidente tendremos que ir quitando las esquirlas de la cáscara.
Saneados los huevos añadimos medio litro de leche y otro medio de nata sin montar, 200 gramos de azucar normal y un poquito de vainilla - sería una gozada contar con una vaina que pudieramos abrir con los dedos y que pudieran llevarse a la nariz el intenso olor a vainilla de verdad. Como entre semana vamos un poco pillados de tiempo habrá que contentarse con un poco de esencia de vainilla o una cucharada de azucar avainillado -. Tengo unas barillas de cocina con las que le daremos un meneo a la mezcla hasta que empiece a soltar espumita, los niños empiezan con mucho brio y tienen facilidad para ponerlo todo perdido, por suerte enseguida se cansan y permiten que la trabajosa tarea de esponjar los huevos y la nata, que tomen un poco de cuerpo, terminamos haciéndolo los padres.
Para completar la crema utilizaré unas peras insulsas que me vendieron el domingo pasado, eran preciosas por fuera pero no saben casi a nada, de ahí que las emplee para mi clafoutís. A mi me toca pelar y despepitar cuatro peras, partirlas en dos mitades y sobre la parte abombada hacer unos cortecitos superficiales regulares. Ya está hecha la crema.
Para la pasta se puede utilizar la precocinada de la tienda - sin que sirva de precedente - aunque la verdad es que la pasta brisa es muy sencilla de hacer, bastan 250 gramos de harina, 125 gramos de mantequilla en pomada (casi deshecha), un huevo hermoso, una cucharada pequeña de sal (la pizca de nuestras madres), tres cucharadas de agua fria y una de azucar. La pasta se hace pasando la harina por un tamiz, hacer una montañita y añadir en el centro - como si fuera un volcán -el resto de ingredientes hasta hacer una bola homogénea que deberá reposar un rato en la nevera (45 minutos). Ahora que reviso la receta me doy cuenta de que el peque se pondrá como unas castañuelas si le dejo meterle mano a la harina y hacer una masa.
En un molde no muy alto engrasado con un poco de mantequilla y harina para que no se pegue la masa, se extiende la pasta brisa, que ha de cubrir todo, incluso remontando un poquito el borde para que se tueste. Luego se añade la crema y se pone al horno previamente calentado a 180º durante una hora - según los hornos, así que no hay que quitarle el ojo ya que se trata de que se cuaje y no se requeme la superfiecie. Sobre la crema se ponen los trozos de pera boca arriba, poco a poco se hundirán en la crema dejando fuera la parte cortada con el cuchillo.
Para saber si la crema ha cuajado no hay mejor truco que el de pinchar con la punta de un cuchillo estrello y comprobar si sale húmedo o manchado. En cuanto salga seco la clafoutís está hecha.
Una vez fria con un colador se espolvorea el azucar gras hasta dejar completamente nevada la superfiecie del pastel.
Tendré que negociar con la profesora para ver si me deja que llevemos la tarta a la clase, en todo caso haré varias fotos con el proceso para ver si finalmente el crio queda cubierto de harina, pringoso de azucar y con restos de crema en las mangas de la camiseta.
Para adornar la receta vuelvo a un cuadro de Pierre Bonnard, me gusta mucho la habilidad que tiene para colocar los personajes en torno a la mesa, seguramente un analista ortodoxo dirá que Bonnard no dominaba bien las perspectivas y que los personajes parecen apelotonados de modo artificial. El dominio técnico de Bonnard es incuestionable - no hay más que ver los centenares de cuadros que pintó durante su vida al nivel del mejor de los impresionistas - sin embargo cuando pintaba mesas con servicios de comida se infantilizaba no se si de modo consciente o insconsciente, no me cabe duda de que los comensales de Bonnard o son una representación de si mismo, de la imagen de su infancia, o son personas muy queridas, hasta el punto de desvestirse de toda su técnica y jugar a generar sensaciones básicas en quienes contemplen con detenimiento sus cuadros:

2 comentarios:

  1. Me encanta pensar en el niño ayudándote, el inicio en el arte culinario me divierte, el bizcocho será buenísimo, el cuadro muy bonito y apropiado. Jubi

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  2. El primer juego con tu hijo será que consiga repetir el nombre de la tarta para decirle a su profe que ha hecho con su papi un "cafloutis" a partir de aquí todo será diversión.
    Me gusta la idea de la tarta seguró que será buenísima

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