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lunes, 15 de julio de 2019

Capítulo CDLXXX.- Almodóvar en los fogones(apuntes de Can Cu/Fa 3.0. escena final)

Cerramos hoy la tercera ronda de comidas de Can Cu/fa, casi ocho años de encuentros gastronómicos que han ido mucho más allá de la excusa de sentarnos alrededor de unos fogones. Hemos sido capaces de superar todas las adversidades, incluidos los riesgos de las rutinas. Culminamos 15 encuentros entre comidas y cenas, menús de lo más variado y divertido. Más de 150 platos y platillos de todo tipo que nos han permitido disponer de un recetario muy amplio, casi tan variado como las anécdotas, aventuras y desventuras que forman parte de mi educación sentimental. No sólo he sumado recetas magistrales sino, sobre todo, buenos amigos. Amigos especialmente generosos, todo corazón, todo talento.
En las dos últimas convocatorias hemos cambiado las reglas del juego, ya no cocina a solas el anfitrión, cada pareja ha de llevar sus preparaciones. Unos días antes recibimos las instrucciones, no siempre sencillas de cumplir.
Esta vez teníamos que llevar un entrante, un plato de fuerza y un postre, en pequeñas raciones, para hacer una comida a base de tapas. Parecía una tarea asequible. Probaríamos un total de 15 bocados.
Los wasaps previos fueron complicando la encomienda, los platos debían vincularse a una película y, además, teníamos que mandar un video unas horas antes explicando el porqué de la elección.
No es fácil cocinar en julio. Las semanas previas a las vacaciones son un caos organizativo, por lo menos en las casas donde hay niños pequeños, el calor hace que algunas tareas sean insoportables y, además, parece que nos encontremos en puertas del fin del mundo, lo que nos obliga (absurdamente) a ponernos como objetivo tareas que, si realmente fuera el fin del mundo, carecerían de sentido.
Todos los meses de julio hago propósito de enmienda, me prometo a mí mismo que no sucumbiré a la llamada del fin del mundo y, sin embargo, todos los meses de julio me sumerjo irremisiblemente en el caos.
Costó arrancar, nadie contestaba a la convocatoria por wasap, avanzaban los días y nadie confirmaba su asistencia a la comida. Es imposible concentrarse cuando los termómetros superan los 35º y todo son ideas o propuestas difusas, que no terminan de cuajar.
Al final pensamos que Almodóvar podría darnos un poco de luz. Parece imposible, pero en casi todas las películas de Pedro Almodóvar sale alguien cocinando o comiendo algo. No todos los directores de cine cuidan el aspecto gastronómico de sus propuestas, pero Almodóvar desde sus primeras películas aprovecha para hacer referencia a algún guiso, incluso lo cocinan sus protagonistas como un elemento más de la trama.
Las propuestas narrativas de Almodóvar son tan particulares, a veces tan extremas, que es difícil caer en que todos sus guiones esconden alguna perla gastronómica. Nada de recetas estrambóticas, nada de guisos creativos y rebuscados, todo lo contrario, cuanto más radical y extraña es la trama de la película, cuanto más desaforados son los personajes, la propuesta gastronómica es más tradicional, juega como un contrapunto narrativo que funciona como una especie de ancla a la realidad. Los personajes más estrafalarios de Almodóvar tienen la virtud de preparar o comer platillos de los que prepararía mi abuela.
Con la excusa de organizar la propuesta para can Cu/Fa, hemos revisado algunas de las películas de Almodóvar, desde la primera (Pepi, Luci y Boom) hasta la más reciente (Dolor y Gloria). Alguna de ellas puede que haya envejecido mal, pero todas tienen algún destello, un instante luminoso.
Hay quien piensa que Pedro Almodóvar es un director de vanguardia, un director arriesgado y moderno. Puede ser, pero si se revisan las películas de Cukor, de Ophüls, de Minelli, de Mankiewicz, de Sirk, al final descubres que su verdadera vocación ha sido la de convertirse en un narrador clásico, un genio del melodrama. Seguramente Vicente Minelli (a quien ahora nadie reivindica) hubiera filmado muchas de las historias de Almodóvar de haber vivido en el tumultuoso fin del siglo XX y el inquietante principio del siglo XXI. Ya casi nadie ve películas viejas, ni tan siquiera se programan con normalidad en las filmotecas.
Es una paradoja que en plena era de la comunicación, cuando nos aseguran que casi todo está en la red, sea complicado conseguir ver Como un Torrente o Una Semana en Otra Ciudad (las dos de Minelli) en la televisión, ni siquiera pagando. Por eso revisar las películas de Almodóvar (que sí están casi todas en las plataformas) son una bendición del cielo, no por lo que cuentan, sino por lo que recuerdan.
Preparar los platos de can Cu/Fa para este domingo me ha permitido reconciliarme con Almodóvar, no ha sido uno de mis cineastas preferidos aunque alguna película me haya sorprendido o divertido, su mundo está muy alejado del mío y siempre hay un punto que me distorsiona, pero siempre saco partido de sus propuestas, incluso de las que han recibido peores críticas (soy de los pocos que me divertí con Los Amantes Pasajeros).
Con Almodóvar como excusa nos pusimos a pensar. No fue complicado elegir los platos, como estábamos en pleno mes de julio era evidente que tocaba el gazpacho de las Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios. De plato de fuerza descubrimos una escena de Pepi, Luci, Boom y Otras Chicas del Montón en la que Carmen Maura prepara de madrugada un bacalao al pil pil a Alaska, en medio de un diálogo delirante. Para el postre, después de plantearnos diversas opciones, decidimos que el Flan que vuelca Penélope Cruz en Volver era una baza segura.
Metidos en harina, mi objetivo era cocinar los platos de modo lo más tradicional posible, pero destacando algún ingrediente que pudiera jugar a la distorsión, un solo ingrediente que le diera un giro al plato y que pudiera hacerlo inolvidable.
Para el gazpacho tomé como referencia una vieja entrada del blog (https://undiletanteenlacocina.blogspot.com/2011/05/cap-xv-gazpacho-y-despecho.html) en la que escribía y describía un gazpacho tradicional. El golpe de efecto era cambiar la mitad de los tomates que lleva la receta (6 tomates de pera), por unas picotas bien maduras (mi gazpacho llevaba 4 tomates de pera un 20 picotas despepitadas). Por aquellos de mantener un punto manchego, le añadí una cucharadita de semillas de comino. Para acompañar el gazpacho le puse de guarnición unas cerezas congeladas (2 cerezas sin hueso, partidas por la mitad y heladas), también una cucharada bien cremosa de burrata.
Para el bacalao al pil-pil también tiré de fondo de armario (https://undiletanteenlacocina.blogspot.com/2016/10/cd-alegoria-de-la-virtud-perdida.html) aunque cambié las cocochas por unos primorosos lomos de bacalao sin espinas que compré en el mercado. Cambié las guindillas por un chile habanero cortado en tiras muy finas que le dio mucha más intensidad al pil-pil. La receta no tiene ningún secreto, pero guarda toda la magia de la cocina: 6 dientes de ajo laminados, 4 lomos de bacalao, aceite de oliva de buena calidad y el habanero. El secreto para trabar la salsa es no guisar mucho el bacalao y ligarlo cuando el aceite esté templado.
Con el flan no tuve dudas, acudí a la marquesa de Parabere (https://undiletanteenlacocina.blogspot.com/2012/05/capcxlii-lotofagos.html) que tiene una receta de flan con tres huevos enteros y 7 yemas adicionales. Reduje el azúcar casi a la mitad (ella propone añadir 300 gramos de azúcar, yo me contenté con poco más de 150 gramos). Dejé infusionar durante 3 horas las cortezas de limón y una vaina de vainilla de Madagascar que compré en el Ruiz y que me entregaron como si fuera una esencia química, custodiada en un matraz de cristal. Raspé bien el interior de la vaina de vainilla, sacando la pasta parduzca y olorosa que me ha tenido todo el fin de semana con los dedos en fragancia de vainilla.
Durante la semana hemos entresacado las tres escenas de las tres películas elegidas. El método de lo más pedestre, grabando directamente frente a la televisión.
Con ayuda de uno de los niños hemos recreado en casa las tres escenas, con sus diálogos incluidos y algo de atrezzo (he recuperado una camisa de flores que hacía 15 años que no me ponía). Hemos hecho el montaje con la escena original y nuestra versión libre (yo he hecho de Carmen Maura, de Lola Dueñas y de Angel de Andrés). Mandamos los videos al anfitrión a las 12 de la mañana. Empaquetamos los platos en una bolsa térmica y pusimos rumbo a la convocatoria, última escena de can Cu/Fa 3.0.
Cocinamos, comimos, reímos y vimos llover mientras Federer y Djokovic ponían el punto épico en la pista central del All England Club.
Nos queda a todos el reto de la convocatoria del nuevo ciclo de can Cu/Fa. Nuevas propuestas y emociones para la serie 4.0. Todo está por hacer, todo por descubrir.

Y de cuadro de acompañamiento un Benjamín Palencia, pintor manchego, como Almodóvar. Como Almodóvar, parece vanguardista, pero, en el fondo, es un artista tradicional.

domingo, 1 de abril de 2012

CAP. CXXXI.- Bucle de cuaresma con bacalao.


La proximidad de la Semana Santa me había llevado a preparar un potaje de vigilia y estaba dispuesto a contarlo de nuevo cuando me di cuenta de que hace poco más o menos un año había hecho ya una entrada en la que me refería a los garbanzos con bacalao. Eso me ha hecho pensar que tal vez esté enredado en un bucle y que ahora que justo hace un año que inicié el blog vuelva otra vez a reproducir, sin grandes variaciones, las recetas y comentarios desgranados durante este año.

Puede que no sea una mala idea la de reinterpretar año tras año los mismos guisos e ir contemplando como, sin cambiar los platos, sí va cambiando el modo de cocinarlos o, simplemente, el modo de comentar como los cocino.

Creo que era Heráclito el que afirmaba que uno no se bañaba dos veces en el mismo rio, la cita literal era “Al mismo rio entras y no entras, pues eres y no eres”. Lo sencillo es plantear esta metáfora desde la perspectiva de que es el rio el que varía, aunque lo cierto es que puede que sea el bañista el que realmente cambie.

Enganchado en estas disquisiciones pseudofilosóficas – la entrada anterior sobre el ying y el yang, ahora con el aforista de Éfeso con sus oximorones y sus antítesis -, corro el riesgo de convertir el blog del diletante en un manual de autoayuda entre fogones, de ahí que urgentemente haya de enderezar mi rumbo y colocarlo por la senda de las recetas.

Dado que hace poco más o menos un año ya hice mención, aunque con poco detalle, a los garbanzos con bacalao, no queda más remedio que introducirme de nuevo en el mismo rio y ver si el rio o el bañista han cambiado en algo durante estos últimos doce meses, de ahí que mi propuesta de este luminoso domingo de ramos no vaya a ser la de un potaje, sino la de un plato construido a partir de esas tradiciones.

Mientras voy preparando los ingredientes y la composición del plato es inevitable pensar en las razones que pudieron llevar a los cristianos a prohibir el consumo de carne antes de la semana santa, habrá sin duda razones culturales pero seguramente las sanitarias sean mucho más razonables. No debe olvidarse que la cuaresma empieza poco más o menos cuando terminan las fiestas de la matanza, de modo que prohibir el consumo de cerdo durante 40 días – una cuarentena – permitía que se curaran los embutidos y salazones preparados en la matanza, evitando con ello que pudieran contraerse las gravísimas enfermedades que antaño se vinculaban al consumo de cerdo no bien curado. Era Marvin Harris quien analizaba las razones sanitarias de algunas de las prohibiciones gastronómicas de religiones y culturas del pasado. En la actualidad también va bien lo de no consumir grasas durante 40 días aunque sólo sea por preparar la operación bikini y purgar el cuerpo de los excesos de las navidades. El potaje de vigilia es un ejemplo claro de un plato equilibrado en el que legumbres, verduras, pescado y huevo se combinan en armonía.

En la religión cristiana los pescadores han jugado un papel básico, aunque el judío era un pueblo nómada muy vinculado a la ganadería lo cierto es que los apóstoles eran fundamentalmente pescadores, terminaron siendo pescadores de almas, de ahí que los platos con pescado cobren cierto sentido en las semanas anteriores a la semana santa; no en vano los meses de febrero y marzo suelen ser los óptimos para la pesca de algunas especies que se encuentran en el momento previo al desove, lo que hace que las carnes sean un punto más grasas y sabrosas – eso pasa sobre todo con algunos pescados azules como la caballa.

En este circunloquio previo a la receta aprovecho para colocar un cuadro de raíz bíblica pintado por un maestro luso prerrenacentista, Nuño de Gonçalves, que en el Siglo XV pintó un retablo en honor a San Vicente en el que aparecían representados unos pescadores. Los portugueses han sido históricamente maestros en el manejo culinario del bacalao y es de justicia que en un plato en torno al bacalao deba aparecer un pintor portugués.


Comprometido a no reproducir la receta de los garbanzos de bacalao he decidido hacer un plato un poco más moderno que partiría de una base de humus – un puré de garbanzos – sobre el que reposarían unas lascas hermosas de bacalao al pilpil, napadas con el propio pilpil, rematadas con unas hojas fritas de espinaca fresca y una picada de cuaresma.

Para el humus – puré de garbanzos – se necesitan 300 gramos de garbanzos cocidos que se ponen en una cazuela con medio litro de agua, un diente de ajo pelado y una pizca de sal. Se cuecen unos cinco minutos – hasta que el ajo quede blando -. Se cuelan los garbanzos reservando el agua de la cocción y se ponen en un vaso de batidora con el zumo de un limón y 100 gramos de pepitas de sésamo – en la receta originaria se utiliza aceite de sésamo pero en España no es fácil encontrarlo -. Se pone la batidora a la máxima potencia y se va incorporando aceite de oliva como si fuera una mayonesa, así se trabará más cremoso. Para aligerar un poco la pasta se puede añadir también un poco del agua de cocción de los garbanzos. Sin dejar de batir se añade una cucharadita de pimentón rojo dulce y otra de cominos molidos. La crema servirá como base generosa sobre la que habrán de asentarse unas lascas de bacalao al pilpil.

Bacalao al pilpil. Necesitamos dos lomos de bacalao previamente desalado, ha de ser un bacalao de buena calidad y los lomos lustrosos porque han de salir buenas lascas. En una cazuela de barro se fríen tres ajos cortados en láminas y una guindilla – no ha de salir muy picante -; cuando los ajos estén dorados se retiran para freír en el mismo aceite – a fuego muy suave – los lomos de bacalao primero con la piel para arriba, luego se les da la vuelta y se deja la piel para abajo. Es importante que el bacalao sea de buena calidad para que sea rico en gelatinas, también es importante que el confitado se haga a fuego muy lento para que las gelatinas las vaya supurando el bacalao poco a poco. Antes de que se dore el bacalao se retira y se reserva, se deja templar el aceite y con el aceite templado se va moviendo la cazuela con movimientos constantes de muñeca – algunos cocineros recomiendan a los marmitones menos hábiles lo de trabar la salsa del pilpil con un colador, lo que en todo caso es un pecado es el uso de maicena como espesante -. El aceite tiene que terminar espesando y quedando como una ligera crema dorada.

Con ayuda de la punta de un cuchillo se retira la piel de los lomos de bacalao y se sacan las lascas que se colocan sobre el puré de garbanzos. Sobre las lascas hermosas de bacalao se cubre con una o dos láminas del ajo dorado y con la salsa del pilpil.

Para culminar el plato se eligen cuatro o cinco hojas de espinaca, si se utilizan brotes de espinaca mejor; las hojas han de ser muy verdes y muy frescas. En una sartén se pone abundante aceite, cuando empiece a humear se introducen durante unos segundos las hojas de espinaca para que se frían en un instante, se escurran en papel absorbente y se coloquen adornando el plato con el crujiente de espinaca.

En un mortero se ponen los ajos que hayan sobrado del pilpil, una rebanada de pan frito, unas hojas de menta, unas hojas de perejil, unas hojas de espinaca fresca y la yema de dos huevos duros, una pizca de sal y un puñadito de piñones. Se trabaja en el mortero con un chorrito de aceite de oliva hasta que se forme una pasta muy ligera con la que se pueda ribetear el puré de garbanzos. Si queda muy espesa se puede poner en una manga pastelera y adornar el puré de guisantes con unos botones de esta pasta.

El plato no deja de ser una reinterpretación del potaje de vigilia, esperemos que el año que viene haya sido capaz de salirme del bucle y no me encuentre de nuevo en abril pensando en bacalaos, cuaresmas y garbanzos.

De momento he decidido regar el platillo con un vino recomendado y conseguido por unos amigos, un Herventia riojano, de las bodegas Barrios, un reserva de 2005 con nueve partes de tempranillo y una de graciano, un vino en el que hasta el precio es estupendo ya que no es sencillo encontrar reservas de calidad por debajo de los cinco euros. Espero que El Catalán muy fino se anime a hacer una nota de cata.