Estoy
en Zaragoza, una de las capitales mundiales del frio. No es que haga más frio
que en otras ciudades lo que ocurre es que aquí tiene más mala leche, el cierzo
y el Ebro consigue que el hielo cale en los huesos. Zaragoza consigue parecerse
a Nueva York y así en cuanto se dobla una esquina se corre el riesgo de que una
corriente gélida te traslade al polo.
Estoy
en un congreso, circunstancia que me permite relajar la disciplina diaria y
dedicarme, mientras ponen y exponen los ponentes, a picotear en internet.
Estando en Zaragoza y en un congreso es inevitable hablar del “agua de borrajas”.
La
borraja es una verdura mediterránea muy delicada que tiene mucho predicamento
en Aragón, no se mucho de botánica y a lo mejor digo una barbaridad pero, lo
cierto, es que a mi me recuerda bastante a las acelgas y al cardo; otras
verduras delicadas que solemos maltratar en los fogones.
De
holganza en Zaragoza, en un minicongreso que, como casi todos, quedará en agua
de borrajas, después de haberme cenado ayer unos daditos de ternasco, patatas a
lo pobre y una ensalada tibia de rape y langostinos, parece conveniente buscar
una receta ligera, una crema de borrajas a la que toca darle un toque caribeño.
Para
empezar hay que limpiar las borrajas – una tarea trabajosa si se utilizan
borrajas frescas -. La borraja deriva su nombre del hecho de que su tallo esté lleno
de pelillos (borras) muy incómodos que si no se quitan bien pueden resultar
desagradables al comerlos.
Hay
que poner los tallos de las borrajas bajo el grifo con agua muy fría, con un
cepillo de púas de plástico hay que frotar bien para eliminar los restos de
tierra, luego con el filo de un cuchillo raspar para eliminar la capa externa,
que suele ser muy tosca. Por eso merece la pena elegir borrajas muy frescas y
tiernas, eso facilita la limpieza.
Limpias
y escurridas las borrajas hay que sumergirlas en un cazo con agua fría y un
puñado de sal. En cuanto rompa a hervir dejarlo tres minutos, luego conviene
sumergirlo rápidamente en un recipiente grande con agua fría y hielo, eso
permitirá que la verdura conserve el color – muy positivo para el aspecto final
de la crema -. Una cocción corta permite que la verdura conserve bien su sabor,
si nos pasamos de cocción con las borrajas quedarán muy insípidas.
Para
empezar la crema hay que sofreír media cebolla picada en 150 gramos de
mantequilla y un chorrito de aceite de oliva, a fuego suave. Se salpimenta con
moderación – el objetivo es que la crema sepa a borrajas -.
Cuando
la cebolla esté atontada se añaden la borrajas picadas – 350 gramos de borrajas
será suficiente para una crema para 5/6 comensales – para que se rehoguen. Como
se trata de darle un poquito de cuerpo al guiso para que quede cremoso hay que
incorporar una cuchara sopera de harina que conviene tostar en la propia
sartén, removiendo bien con una cuchara de madera. Hay que conseguir que la
harina tome un tono pardo, ganará en gusto el plato.
Hasta
ahora la receta es muy clásica, con pocos riesgos. La borraja es muy delicada y
su sabor puede parecer aburrido, de ahí que toque darle un poco de vida
añadiendo una copita de calvados, subir el fuego para que evapore el alcohol y
las verduras queden impregnados por el gusto a manzana macerada.
Llegamos
a un punto complicado porque hay que engordar un poco más el guiso antes de
pasarlo por la batidora. Las patatas son muy socorridas ya que no suelen “invadir”
los sabores de las otras verduras. Un par de patatas cocidas, peladas y
cortadas, patatas arenosas que casi se deshagan con el meneo del cucharón. Hay
otras opciones para complementar el plato añadiendo otras verduras hervidas – zanahoria,
puerro … -, pero se corre el riesgo de que la crema deje de ser de borrajas y
se convierta en una noble crema de verduras.
Para
culminar la crema hay que añadir un poco de líquido, yo le tengo algo de manía
a las leches en los guisos salados por eso prefiero utilizar el agua de cocción
de las borrajas, un agua que se puede reducir un poco más si se deja hervir
después de haber retirado las borrajas, reducirlas en 1/3 de su volumen. El
líquido conviene añadirlo poco a poco para que no se nos ague.
Hecha
la crema toca condimentarla con especias no muy agresivas, un poquito más de
pimienta, laurel en polvo, una pizca de perejil seco picado, la albahaca seca
tampoco va mal.
Para
el toque caribeño al servir la crema en vez de costrones de pan le pondremos
daditos de plátano macho fritos. El plátano macho es sorprendente – ojo hay que
pedir en la frutería que el plátano sea macho, muy macho, porque el otro, el de
toda la vida es demasiado dulce y no sirve para freír so pena de hacer un puré
para bebés -. Pelado, eliminadas las hebras, se corta rápido (para que no se
oxide) en rodajas gorditas para luego hacer bien los daditos. Se fríen los
daditos en aceite de girasol, tiene que estar bastante caliente, hay que freírlo
un instante, lo justo para que se dore sin que se quemen (se queman rápido).
Escurridos
los daditos en papel de cocina para eliminar el aceite, solo queda llevar la
crema -verde–intensa – a la mesa. Las borrajas le dan un toque amargo, puede
que no tanto como las acelgas, pero sí lo suficiente como para que el contraste
dulzón del plátano alegre el plato.
Si
queremos darle empaque al plato podríamos presentar la crema como un fondo para
unas almejas. Se pueden abrir las almejas cuando se rehogan las verduras, antes
de añadir la harina, así el agüilla de las almejas se incorpora al guiso. Nada
más añadir las almejas se riega la sartén con un chorro de calvados –
adelantamos así la incorporación del calvados para que aromatice también las
almejas -. Abiertas las almejas se retiran y reservan para devolverlas al plato
cuando se presente en la mesa.
Acompaño
la receta con un cuadro de Henri Rousseau, llamado el aduanero, un pintor
francés padre del naif. He encontrado un cuadro suyo en el que representa una
botella de calvados. Conviene guardar una copita de calvados para la sobremesa - vuelvo a la rutina del congreso, puede que anticipe la copa de Calvados.
Nunca comí borrajas, tu presentas un plato muy elaborado, pero sinceramente me quedo con la copa de calvados y con las almejas y un paseo por Zaragoza que tan buenos recuerdos me trae, aunque también recuerdo su clima en esta época. Yo he comido con un gran amigo que hoy cumple años y hemos tomado una crema de verduras buenísima que nos ha entonado el cuerpo y ahora me voy a dedicar a seguir removiendo recuerdos, es muy duro ir viendo la casa tan vacía, prepara un plato que me levante la moral. Jubi
ResponderEliminarYo no he probado nunca las borrajas ni guiso o crema alguna con borrajas, tan solo me suena el dicho de "queda en agua de borrajas" es la única referencia que hasta ahora tenía de las borrajas
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